Cuando en julio de 1913 murió The Blue Review, Katherine Mansfield no tenía dónde publicar. El hermoso cuento "Algo infantil pero muy natural", que escribiera en París en diciembre de 1913, fue rechazado por todos los editores a quienes fue presentado. Ninguno de sus cuentos halló dónde publicarse hasta el invierno de 1915, cuando Katherine Mansfield, D. H. Lawrence y yo produjimos tres números de una pequeña revista llamada The Signature, escritos totalmente por nosotros. The Signature murió dos meses después y una vez más Katherine no tuvo dónde publicar hasta que me convertí en editor de The Athenxum, en 1919. En los cuatro años entre 1915 y 1919, tres de sus cuentos fueron publicados por periódicos ingleses, todos en 1918. "Gloria" en The English Review, y "Cine" y "El hombre sin temperamento" en Art and Letters. Sin embargo, en 1917, Preludio había sido publicado como pequeño libro por Hogarth Press y, en 1918, Je ne parle pas français lo publicamos mi hermano y yo para una circulación privada.
Preludio marca el comienzo de la fase final en el desarrollo de Katherine Mansfield. La guerra le había llegado como una profunda conmoción espiritual, al Igual que a muchos escritores menos talentosos de su generación. Por un largo período quedó sin resolver el caos en el que habían caído sus pensamientos, ideales y propósitos. Luego, su mente empezó a volver con lentitud hacia su niñez, como una vida que había existido apartada e incontaminada por la civilización mecánica que había producido la guerra. El momento crucial fue cuando, en 1915, llegó a Inglaterra su amado hermano menor para servir como oficial. Su encuentro con él formó, por así decirlo, un núcleo en torno del cual se pudo cristalizar su cambiada actitud. Conversaron sobre su infancia por horas y horas y Katherine Mansfield resolvió dedicarse a recrear la vida tal como la había vivido y sentido en Nueva Zelandia. La muerte de su hermano, un mes después, la confirmó en su propósito. En seguida partió de Inglaterra hacia Bandol, al sur de Francia, y comenzó a trabajar en una larga historia de sus días de infancia, titulada "El áloe", que se publicara en forma modificada y abreviada con el título de Preludio.
Cuando apareció como pequeño volumen, Preludio fue ignorado por completo. La mayoría de los periódicos a los que fue enviado ni siquiera le hicieron una crítica. Los dos únicos que publicaron una crítica, no encontraron nada particular en él. Pero Katherine Mansfield tuvo su momento de triunfo cuando se enteró de que el impresor local que compuso el libro había exclamado, al leer el manuscrito: "¡Caramba! ¡Pero estos niños son reales!" Era característico de ella que prefiriese el elogio de la gente simple, "no literaria", al de los cultos y los críticos. Esta característica se acentuó más después cuando, tras la publicación de Gloria, comenzó a recibir muchas cartas de personas simples que gustaron de su trabajo y, por sobre todo, de la niña Kezia que aparecía en él. Sintió que tenía una responsabilidad hacia esa gente. A ellos debía decirles la verdad y nada más que la verdad. Esta preocupación por la verdad en lo que decía, y en sí misma para ser digna de decirla, se convirtió en la pasión dominante de sus últimos años. Se apartó de la literatura moderna: de los trabajos contemporáneos, muy pocos eran los que le parecían "veraces". "Los escritores no son humildes", solía decir. No servían al gran objetivo para satisfacer al cual existe la literatura.
Entretanto, Preludio fue poco más que un succés d'estime, si en realidad lo fue. Su calidad singular y exquisitamente original no fue verdaderamente apreciada hasta que apareció como el primer cuento en "Gloria".
