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					12 |  |  |   
    | -Pero ¿cómo sucedió esa desgracia? -continuó el naviero. -¡Oh, Dios mío!, de un modo inesperado. Después de una larga 
plática con el comandante del puerto, el capitán Leclerc salió de Nápoles 
bastante agitado, y no habían transcurrido veinticuatro horas cuando le acometió 
la fiebre... y a los tres días había fallecido. Le hicimos los funerales de 
ordenanza, y reposa decorosamente envuelto en una hamaca, con una bala del 
treinta y seis a los pies y otra a la cabeza, a la altura de la isla de Giglio. 
La cruz de la Legión de Honor y la espada las conservamos y las traemos a su 
viuda. |  |  |   
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