-¡Bajad el gallardete hasta la mitad del mastelero! -gritó en
seguida-. ¡Iza el pabellón, cruza las vergas!
-¿Lo veis? -observó Danglars-, ya se cree capitán.
-Y de hecho lo es -contestó el naviero.
-Sí, pero sin vuestro consentimiento ni el de vuestro asociado,
señor Morrel.
-¡Diantre! ¿Y por qué no le hemos de dejar con ese cargo?
-repuso Morrel-. Es joven, ya lo sé, pero me parece que le sobra experiencia
para ejercerlo...
Una nube ensombreció la frente de Danglars.
-Disculpadme, señor Morrel -dijo Dantés acercándose-, y puesto
que ya hemos fondeado, aquí me tenéis a vuestras órdenes. Me llamasteis, ¿no es
verdad?
Danglars hizo ademán de retirarse.