-¡Oh!, sí -dijo Danglars dirigiéndole una aviesa mirada en la
que se reflejaba un odio reconcentrado-; parece que este joven todo lo sabe.
Apenas murió el capitán, se apoderó del mando del buque sin consultar a nadie, y
aún nos hizo perder día y medio en la isla de Elba en vez de proseguir rumbo a
Marsella.
-Al tomar el mando del buque -repuso el naviero- cumplió con su
deber; en cuanto a perder día y medio en la isla de Elba, obró mal, si es que no
tuvo que reparar alguna avería.
-Señor Morrel, el bergantín se hallaba en excelente estado y
aquella demora fue puro capricho, deseos de bajar a tierra, no lo dudéis.
-Dantés -dijo el naviero encarándose con el joven-, venid
acá.
-Disculpadme, señor Morrel -dijo Dantés-, voy en seguida.
Y en seguida ordenó a la tripulación: «Fondo»; a inmediatamente
cayó el anda al agua, haciendo rodar la cadena con gran estrépito. Dantés
permaneció en su puesto, a pesar de la presencia del piloto, hasta que esta
última maniobra hubo concluido.