-Quería preguntaros por qué os habéis detenido en la isla de
Elba.
-Lo ignoro, señor Morrel: fue para cumplir las últimas órdenes
del capitán Leclerc, que me entregó, al morir, un paquete para el mariscal
Bertrand.
-¿Pudisteis verlo, Edmundo?
-¿A quién?
-Al mariscal.
-Sí.
Morrel miró en derredor, y llevando a Dantés aparte:
-¿Cómo está el emperador? -le preguntó con interés.
-Según he podido juzgar por mí mismo, muy bien.
-¡Cómo! ¿También habéis visto al emperador?...
-Sí, señor; entró en casa del mariscal cuando yo estaba en
ella... -¿Y le hablasteis?