Así como al pasar, creyó ver un auto estacionado frente a su casa. El mismo o
parecido al que la siguió un par de cuadras a la mañana, cuando iba para la
editorial. Por suerte, el tránsito de Buenos Aires, por esta vez, logró algo
bueno. Un poco más adelante, un semáforo inoportuno -para ellos-, el policía en
la esquina y una ambulancia, de esas que pululan, se unieron
-impremeditadamente- para un fin común: liberarla de sus perseguidores.
Pero esos dos hechos, en un mismo día, alcanzaron para intranquilizarla. ¿Qué
querían esos tipos?
La persecución era extenuante.
Una casa abandonada sirvió para suspender la cacería. Oculta en el zaguán,
esperó. ¿Habría desaparecido el tipo? Sí. Casi que sí, pero resultaba mejor
esperar otro rato más todavía y buscar después, adentro, un lugar seguro.
Y después ¿adónde? Entre los recovecos del laberinto mental apareció ¡Eso
era! El día del encuentro con Jorge, cuando casi "metieron" a la chica adentro
del auto. Este era uno de esos tipos. No cabían dudas.
Porque, a pesar del mundo turbio que la rodeaba cuando no tenía puestos los
anteojos para su miopía, esa cara no era fácil de olvidar. En algún rasgo la
hacía acordar a Esteban ¡otra vez Esteban!, su profesor de teatro de aquel
entonces. Quizá un poco más alto, menos nariz, sin barba, pero con el mismo aire
de intelectual venido a menos, que daba pena. A tantos años de distancia, su
recuerdo emergía otra vez. Le había regalado ternura envuelta en miradas azules,
su voz única y unas cuantas situaciones bastante equívocas, en las que también
estaba metido Jorge, ¡cuándo no! creando una atmósfera de rara intimidad entre
los únicos hombres del grupo de teatro... Ahora sí, sería mejor ir más atrás.
Abrió la puerta que daba al vestíbulo. Todo estaba derruido, como si hiciera
muchos años de la última vez que esa casa estuvo habitada.
Al salir al patio, grandes macetones con azaleas resecas la recibieron. Todo
parecía fantasmagórico, grisáceo, sepia, como una vieja foto. El patio daba a un
pequeño hall que comunicaba con ¿dos? cocinas. Ambas comunicaban a un pequeño
patio y en el fondo aguardaba todavía otra pieza, a modo de lavadero. Allí se
quedó.