-Doy clases de Literatura en un colegio de Béccar. Estamos por montar
"Israfel", en una muestra independiente.
-Mm ¿Sabés que a veces sueño con Alcón representándola hace muchos años en
canal 11?, y sin embargo, estoy segura de que jamás la vi ¿Vos hacés de Poe? Das
el tipo, de torturado y obsesivo.
-No sé si es elogio, pero gracias igual. ¿Y tu matrimonio?
-Desastroso, rutinario, pero me aferro a él, todavía.
Sí, nada había resultado como creían. Mariana se casó embarazada, ilusionada,
ilusa. Ella lo hizo después, también abandonó su carrera, sus deseos.
Nunca volvieron al parque. El lugar de las confidencias, los breves
encuentros, las rutas del alma.
Mientras Lourdes fue al baño, Jorge tuvo tiempo de encargarse otro café y de
relojear el lugar. Casi nunca venía a la Capital, más que para ver algo de
teatro. Su vida se desarrollaba estrictamente entre Béccar, San Isidro,
Martínez. Su casa, la de los viejos, su trabajo, la escuela de Piedad. Pero hoy
era un día especial. Y Lourdes se merecía este viajecito.
¿Quién sería ese tipo? Resultaba chocante en ese sitio.
Algo de él desentonaba con el lugar.
Parecía que no estaba bien en esa escena. Después, más tarde, una vez que
Lourdes volvió del baño y pidió otro café, como en una ráfaga, salieron los dos:
el viejo y la pendeja. Pero entonces, algo pasó. No entendí bien qué. Pareció
como que la empujaron dentro del auto, entre él y los otros dos. Y justo en ese
momento, nos vieron mirarlos. Esos eran los mafiosos que vi a la vuelta. Tipos
raros. El negro, grandote, francamente horrible, con una nariz como sifón, un
bigote tupido como cepillo y una cara que metía miedo. El otro, rubio, con el
flequillo y la coleta teñidos de azul, el infaltable arito en la oreja y otro
más, en la nariz. Los tres eran raros. Pero el viejo no era como ellos, era de
otra clase. Se notaba que era el jefe.
Casi los hubiera seguido. De puro metido. Daba tema para algo, no sé, para un
video, un corto, pero efectivo y punzante. Extraño.