Confianza 
es la 
palabra política de nuestro tiempo. De lo que se trata hoy es de construir las 
nuevas instituciones globales es beneficio de los más. Para que no tengamos de 
hecho un orden global, con instituciones como el Banco Mundial, el FMI o la OMC, 
un conjunto de ministros de finanzas de los países poderosos que deciden 
nuestros destinos y ejércitos de esos mismos países erigidos en gendarmes del 
mundo, sino un Gobierno Institucional Global que haga respetar los derechos 
humanos positivizados en 1948, como pretensión mínima.
Para 
Rawls la fraternidad implica el principio de la diferencia: las desigualdades 
sociales y económicas deben redundar en 
un mayor beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad[4] Sólo así son 
tolerables.
Este 
discurso que ahora se publica fue pensado para mi hija Mariana, de quince 
hermosos años. A veces se torna complicado y un poco -a veces bastante- técnico, 
pero nosotras lo hemos charlado y discutido y ella ahora se siente en 
consonancia con estos conflictos y estos principios; que será después, la vida 
lo irá mostrando, de-mostrando. Nosotras esperamos que esta texto pueda ser útil 
a alguien más.
Para Mariana
John 
Rawls fue el mayor filósofo político del siglo XX. Al menos el mayor de nuestra 
tradición cultural judeo-cristiana. Tú me preguntas en que trabajo yo, bueno yo 
trabajo en eso, en filosofía política, se trata de un intento teórico de 
establecer soluciones viables para la vida en comunidad de los seres humanos, en 
este mundo de la ciencia y de la tecnología, en el respeto mutuo, en la gran 
tradición que se inaugura con la revolución francesa cuyo lema que tú estudiaste 
en la escuela es y sigue siendo el mío 
libertad-igualdad-fraternidad.
En 
filosofía nos procupamos mucho por plantear bien las preguntas. Una pregunta 
implica muchas veces ya al menos un comienzo de respuesta. Y las preguntas son 
las grandes preguntas de la humanidad, las mismas que se hacían los griegos del 
siglo V antes de Cristo, y las respuestas, incompletas siempre, situadas siempre 
en un lugar y tiempo, tampoco difieren demasiado de las que ellos 
encontraron.
Tú 
dirás: "Mamá, entonces por qué hay gente que sigue haciendo filosofía, en esta 
época, donde todos estamos ocupados y necesitamos eficiencia y necesitamos 
resultados confiables, y necesitamos tecnología y éxito en la vida y queremos 
prestigio y éxito y hasta algunos quieren ante todo el dinero y el poder. 
Mamá la filosofía no da eso". Y tendrás razón.
Pues, 
hija mía, la filosofía es una manía humana, la manía reflexiva, la mirada, mirar 
es teorizar, la manía de los que queremos entender, entendernos a nosotros 
mismos, entender la sociedad en la que vivimos y pensar, con nuestras propias 
cabezas este extraño mundo de hoy, donde aparecen siempre los mismos problemas: 
¿Quién quiero ser, ¿Cómo debo vivir? ¿Cómo debo ser ante los otros? ¿Quiénes son 
los otros? ¿Cómo puedo pensar poniéndome en el lugar del otro? ¿Cómo puedo 
mantenerme siempre coherente conmigo mismo? ¿Cuál es la importancia de esa 
coherencia? ¿Es el ser humano racional? ¿Sólo racional? ¿Ante todo racional? En 
definitiva, dirás: "¿Qué es esa racionalidad de la que tanto te gusta hablar?" 
Teoría, mirada.