-Yo iba a hablarle de eso cuando usted me interrumpió
-dijo la señorita Bates-. Naturalmente, usted conoce a Maggie Brown, que
se hospeda aquí. Bueno: pues posee 40.000.000 de dólares. Vive en
Jersey, en un departamento de diez dólares. Tiene siempre más
dinero a mano que media docena de candidatos a la vicepresidencia. No sé
si lo guarda en la media o no, pero sí sé que es
popularísima en el sector de la ciudad donde adoran al becerro de oro.
Pues bien: hace dos semanas, la señora Brown se detuvo ante la puerta y
se burló de mí durante diez minutos. Yo estaba sentada de costado,
haciendo varias copias carbónicas de un negocio de mina` de cobre para un
viejo ricachón de Tonopah. Pero siempre veo todo lo que pasa a mi
alrededor. Cuando trabajo de firme, veo las cosas por entre mis peinetas
laterales, y me basta con dejar suelto un botón de mi blusa en la espalda
para ver quien está detrás de mí. No miro, porque gano de
dieciocho a veinte dólares semanales y no tengo por qué mirar.
"Esa tarde, a la hora de irse, la señora Brown me
llamó a su departamento. Yo tenía que pasar a máquina unas
dos mil palabras de pagarés, embargos y contratos, con una propina de
diez centavos en vista: pero fui. Pues bien, amigo mío: ciertamente, me
sentí sorprendida. La vieja Maggie Brown se había humanizado.
"-Hija mía --me dijo-. Es usted el ser humano
más hermoso que yo haya visto en mi vida. Quiero que deje su trabajo y
que venga a vivir conmigo. No tengo más parientes que un marido y un par
de hijos, y no mantengo relaciones con ninguno de ellos. Son una carga
costosísima para una mujer que trabaja (le, firme. Quiero que usted sea
una lija para mí. Dicen que soy mezquina y avara y los periódicas
publican mentiras y afirman que yo misma me cocino la comida y me lavo la ropa.
Eso es mentira. Mando a lavar la ropa afuera, salvo los pañuelos, medias,
enaguas y cuellos y toda la ropa liviana como ésa. Tengo cuarenta
millones en efectivo y títulos y acciones tan negociables como los de la
Standard Oil. Soy una vieja solitaria y necesito compañía. Usted
es el ser humano más hermoso que he visto. ¿Quiere venir a vivir
conmigo? Ya verá si sé gastar dinero o no.