Recogió una cuerda y un hacha, fue al bosque y una vez
más ordenó a sus subordinados que lo esperaran afuera. No tuvo que
buscar mucho tiempo puesto que pronto acudió el unicornio y
embistió al sastrecillo como si fuera a ensartarlo sin más
trámite.
-Despacito, despacito -exclamó él-, que no es tan
sencillo. Se detuvo y esperó que la bestia estuviera muy cerca de
él; entonces, con mucha agilidad, saltó detrás de un
árbol. El unicornio se precipitó con toda su fuerza contra el
tronco, donde clavó tan profundamente su cuerno que ya no pudo extraerlo,
quedando prisionero.
-Ya lo atrapé -dilo el sastrecilio.
Salió de detrás del árbol, pasó una
cuerda alrededor del cuello del unicornio y luego, a golpes de hacha,
desprendió el cuerno del árbol. Cuando todo estuvo listo condujo
la bestia ante el rey.
Tampoco esta vez quiso el rey acordarle la recompensa prometida
e impuso una tercera condición. Antes de la boda el sastrecillo
tendría que atrapar un jabalí que había estado haciendo
grandes daños en el bosque; los cazadores le prestarían toda la
ayuda necesaria.
-Con mucho gusto -dilo el sastrecillo-. es una bagatela
No llevó los cazadores al bosque, para alegría de
ellos, pues a menudo el jabalí les había brindado tal recibimiento
que no tenían ningún deseo de salir a cazarlo. Cuando el marrano
distinguió al sastrecillo, se abalanzó sobre él con las
fauces espumantes, aguzando los dientes. Pero rápidamente el héroe
saltó hacia una capilla vecina y volvió a salir de un salto por la
ventana superior. El jabalí lo había seguido pero el sastrecillo
salió y volviendo sobre sus pasos cerró la puerta tras él.
Entonces la enfurecida bestia, que era demasiado pesada y torpe como para saltar
por la ventana, se encontró prisionera. El sastreciilo llamó a los
cazadores, pues era necesario que vieran con sus propios ojos al animal
apresado.