Cuando levantó su improvisada palmeta e hizo el recuento 
vio por lo menos siete moscas muertas con las patitas para arriba.
-¿Quién iría a decir que era tan valiente? 
-se dijo, pues forzosamente debía admirarse de su valor ante tal 
masacre-. Es necesario que todo el pueblo lo sepa.
Entonces con gran rapidez el sastrecillo se cortó un 
cinturón, lo cosió y en grandes letras bordó: "Siete 
de un golpe".
-No solamente el pueblo -se dijo- ¡el mundo entero debe 
saberlo! Y de puro contento, el corazón se le agitaba en el pecho como la 
cola a un corderito.
El sastrecillo se anudó el cinturón y quiso salir 
al vasto mundo pues pensaba que su taller era demasiado pequeño para su 
coraje. Antes de partir buscó si no había en la casa algo para 
llevar pero no encontró más que un queso viejo, que puso en su 
bolsillo. A la salida del pueblo vio a un pajarito que había quedado 
aprisionado en un arbusto y lo puso en su bolsillo junto al queso.
Comenzó a recorrer su camino a grandes pasos y, como era 
liviano y ágil, no sentía fatiga. El sendero lo llevó a lo 
alto de una montaña; al alcanzar la cumbre se encontró con un 
gigante enorme que, plácidamente sentado, paseaba su mirada por los 
alrededores. Con toda osadía el sastrecillo se encaminó hacia 
él e, interpelándolo, le dijo:
-Buen día, amigo; ¿así que mirando el 
mundo? Hacia él voy para probar suerte. ¿Tienes ganas de venir 
conmigo?
El gigante desdeñosamente midió al sastrecillo y 
le dijo:
-Buen día, amigo: ¿así que mirando e 
mundo? Hacia él voy para probar suerte. ¿Tienes ganas de venir 
conmigo?
El gigante midió desdeñosamente al sastrecito y 
le dijo:
-¡Sinvergüenza! ¡Infeliz!
-¡Mucho cuidado! -replicó el sastrecillo mientras 
desprendía su ropa y mostraba al gigante su cinturón-. Mira, 
aquí puedes leer quién soy yo.
El gigante leyó: "Siete de un golpe", 
pensó que eran hombres a quienes el sastrecillo había abatido y 
sintió un poco de respeto por el pequeño bribón. Sin 
embargo, quiso ponerlo a prueba; tomó una piedra en su mano y la 
oprimió con tanta fuerza que la convirtió en gotas de agua.