https://www.elaleph.com Vista previa del libro "El sigilo roto" de Headon Hill (página 4) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Viernes 17 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  (4)  5 
 

Si un rayo hubiese caído a los pies del virtuoso anciano, no le habría producido mayor impresión. Temblando de pies a cabeza, horrorizado, yerto de cuerpo y de alma, no estaba para hilvanar frases de relumbrón, y mucho menos para contestar con palabras de miel a la que resultaba ser una criminal empedernida. Para el santo varón que cincuenta años antes había roto con todas las pasiones humanas, la excusa aducida por la penitente no tenía fuerza alguna.

No se había disipado el aturdimiento del confesor, cuando resonó de nuevo en sus oídos la voz musical de la penitente, repitiendo con tono de impaciencia:

-¿Me da usted la absolución, padre mío? Traigo quinientos francos para el culto de la parroquia, para los pobres, o para que usted los destine al fin que sea de su agrado.

Lo imperioso de la petición y el conato de soborno que la acompañaba, despertaron en la mente del sacerdote la conciencia de su responsabilidad y de la dignidad de su cargo.

-Hija, mía -contestó: -no puede haber absolución sin arrepentimiento, del que hasta ahora... con dolor lo digo, no he advertido en usted el síntoma más insignificante. Si cree usted que basta pedir la absolución para obtenerla, se engaña grandemente, no le concede el valor inmenso que tiene. ¿Cuándo piensa usted regresar a Inglaterra?

-Dentro de dos días.

-Vuelva a verme antes de emprender el viaje. De aquí a entonces, yo estudiaré con calma el caso que usted acaba de someter a este santo tribunal, pero de antemano le advierto que será inútil que vuelva, si no trae un espíritu más contrito y me da pruebas de haberse arrepentido de su enorme pecado.

La penitente, sin dejar terminar al cura, se levantó con precipitación y dijo:

-¿Quiere usted los quinientos francos?

-Hoy no puedo aceptar nada de su mano: cuando usted se haya reconciliado con la Santa Iglesia, hablaremos de ello -replicó el sacerdote.

Mientras los pasos de la mujer resonaron en la iglesia, no se movió el sacerdote; pero cuando aquellos se perdieron a lo lejos, salió del confesionario y cayó de rodillas ante el altar, donde permaneció inmóvil y rezando durante una porción de minutos.

Terminada su plegaria, descendió con paso vacilante a su casa.

Rudo, muy rudo había sido el golpe recibido, no sólo en su dignidad sacerdotal, sino también en las aficiones criminológicas que eran su obsesión desde el día que se cometió el crimen. Daba pena verle cuando llegó al jardincillo de su casa. Otro golpe más rudo todavía le esperaba en ésta: cuando se disponía a abrir la puerta, salióle al paso un hombre que acechaba su llegada oculto tras un rosal. Por segunda vez sonaron en los oídos del sacerdote palabras francesas, pronunciadas con marcado acento inglés por un sujeto desconocido, que solicitaba del párroco una conferencia reservada.

 
Páginas 1  2  3  (4)  5 
 
 
Consiga El sigilo roto de Headon Hill en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
El sigilo roto de Headon Hill   El sigilo roto
de Headon Hill

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com