-Amigo mío -dijo Alberto a Beauchamp-, bien se conoce que los asuntos de España
se han arreglado. Estáis hoy con un humor insufrible. Acordaos de que la
Crónica parisiense habla de un casamiento entre la señorita Eugenia Danglars y yo.
No puedo, pues, en conciencia, dejaros hablar mal de la elocuencia de un
hombre que deberá decirme un día: < Señor vizconde, ¿sabéis
que doy dos millones a mi hija? »
-Creo ---dijo Beauchamp- que ese casamiento no se efectuará. El
rey ha podido hacerle barón, podrá hacerle par, pero no lo hará caballero, el
conde de Morcef es un valiente demasiado aristocrático para consentir, mediante
dos pobres millones, en una baja alianza. El vizconde de Morcef no debe casarse
sino con una marquesa.