-Sí; pero dudo que fuese, como ellos, para libertar el sepulcro
de Jesucristo.
-Tenéis razón, Beauchamp -repuso el joven aristócrata-; era
sólo para dar un golpe, como aficionado. El duelo me repugna, como sabéis, desde
que dos testigos, a quienes yo había elegido para arreglar cierto asunto, me
obligaron a romper un brazo a uno de mis mejores amigos... ¡Diantre...!, a ese
pobre Franz d'Epinay, a quien todos conocéis.
-¡Ah!, sí, es verdad -dijo Debray-, os habéis batido en tiempo
de... ¿de qué?
-¡Que el diablo me lleve si me acuerdo! -dijo Chateau Renaud-.
De lo que me acuerdo bien es de que no queriendo dejar dormir mi talento, quise
probar en los árabes unas pistolas nuevas que me acababan de regalar. De
consiguiente, me embarqué para Orán, desde Orán fui a Constantina y llegué
justamente para ver levantar el sitio.