 |
  |
 |
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
|
||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
| Páginas 1 2 3 4 5 6 7 (8) 9 |
Y muy en sintonía con nuestra línea expositiva (de la sublimidad al desvaimiento épico), se halla el paradigmático poema “A la efigie de un capitán de los ejércitos de Cromwell” (30), texto descollante cuyo demoledor mensaje habilita una nueva cala en la vivencia borgiana de la visceralidad. Si en piezas anteriores, pese al vasallaje que la épica rinde a lo contingente, sorprendíamos aún rescoldos de lo que fuera la pujante salida épica, el presente poema nos hace testigos de cómo las potencialidades del coraje han sido melladas de pleno. Los versos hablan por sí solos: Capitán, los afanes son engaños, vano el arnés y vana la porfía del hombre, cuyo término es un día [...] El hierro que ha de herirte se ha herrumbrado: Estás (como nosotros) condenado. El tratamiento del discurrir temporal propicia un dramático pulso entre el afán por reverdecer el espíritu batallador y la consunción del tiempo, que hace de la suya una tentativa estéril. El inapelable último verso marca, en su concisión, el desmantelamiento del recurso épico: el yo poético transporta, sin hacer distingos, al languideciente capitán quien, junto al poeta y a los propios receptores, pasarán a habitar bajo el manto de la mutabilidad. Este proceso de desustanciación de la épica se hace manifiesto en “Todos los ayeres, un sueño”, donde sorprende la afinidad del planteamiento en un marco referencial tan dispar al anterior como es el universo de Juan Muraña: […] una perdida hazaña de burdel o de atrio, una porfía, dos hierros, hoy herrumbre, que chocaron y alguien quedó tendido, me bastaron para erigir una mitología [...] La sabia historia de las aulas no es menos ilusoria que esa mitología de la nada… Si el Martín Fierro procesado por Lugones se erigía, por su compostura, en estandarte patrio, el despojamiento del guerrero en Borges no porta la antítesis de esa exacerbación nacionalista sino la acción de una coordenada temporal que, a modo de cercén, impide al hombre zafarse de una realidad atomizada. Ese mismo universo del cuchillero, de la espada y de la brega ha de extrapolarse de nuevo a la poética (y noética) borgiana, ahora para refrendar el definitivo anclaje del hombre en la contingencia. La épica se reviste de un valor polisémico, pendular y ante todo tentativo en una escritura que ensaya constantes acercamientos a una revelación irreductible, en la medida en que “el hecho estético es la inminencia de una revelación que no se produce. La riqueza de la literatura, si alguna tiene, se funda en esa continua privación” (Borges 1985b: 13). |
| Páginas 1 2 3 4 5 6 7 (8) 9 |
|
Consiga El cálamo centenario: cinco asedios a la literatura argentina (1910-2010) de José Manuel González Álvarez en esta página. |
 |
| ||||||||||
