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Con el paso del tiempo, la representación política permitió a la democracia convertirse en una doctrina practicable en el ámbito de las naciones. Stuart Mill afirmaría que "el sistema es el gran descubrimiento de los tiempos modernos, donde podemos encontrar las soluciones a las dificultades especulativas y prácticas de la democracia". Resultaba obvio que la democracia no podría tener otra forma que no fuera la representativa, pero además de ser el sistema representativo una solución técnica al problema de la imposibilidad de reunir a todos los ciudadanos de un territorio extenso, era una instancia superadora de la democracia directa de Rousseau que ponía en evidencia la distinción entre sociedad y Estado y el carácter delegado de la autoridad política, dos presupuestos de la doctrina liberal. Sartori coincide: la representación política "es una práctica que hizo sobrevivir a la democracia a sus propias tensiones, la hizo practicable en contextos masivos, en grandes sociedades, la dotó de funcionalidad y se constituyó en el mecanismo principal que la hizo durar"

Se dice que hay una crisis de representatividad; que el ciudadano no se siente representado por su representante, no obstante haberlo elegido. Pero el problema de la representatividad no reside en la elección de los representantes sino en como se los elige y a quien se elige. La elección es un medio de elegir pero no garantiza por sí sola ni la legitimidad ni la calidad del representante. Con el agregado de que el ciudadano hoy  requiere  conocer quien va a gobernarlo y por medio de que procedimientos, pero también cómo habrá de hacerlo. Y si los agentes políticos son incapaces de representar demandas e intereses de los ciudadanos como actores sociales, el imaginario colectivo descree de las instituciones y la democracia se vacía de contenido. Comienza así un proceso de deterioro de la sociedad política, que entre otras cosas es causa de la anomia, esto es, del aislamiento del individuo y de la desorganización de la sociedad por la ausencia, contradicción o incongruencia de las normas sociales, en especial de las relacionadas con la solidaridad.

El camino para salir de la crisis de representatividad y de la desafección política de los ciudadanos pasa, pues, entre otras cosas,  por darle sentido cabal a la representación política, de modo que la representación de intereses no sea otra que  la de los intereses generales de la sociedad.

Sin embargo, quizá como consecuencia de la "crisis de representación", hay hoy en día una mayor demanda de democracia directa y se propone hasta una sustitución de la democracia representativa. No toda democracia es representativa y no todo Estado representativo es democrático. Una democracia es representativa cuando los representantes elegidos son personas que, en la cita de Bobbio, tienen las siguientes características: a) Una vez elegidos, ya no son responsables frente a sus electores y en consecuencia no son revocables; b) No son responsables directamente frente a sus electores, precisamente porque están llamados a tutelar los intereses generales de la sociedad civil y no los intereses particulares. Idealmente, la representación política es una forma en la que el representante, en tanto ha sido llamado a velar por los intereses de la Nación, no debe ser sometido a un mandato obligatorio. La antítesis es la representación de los intereses, en la que, debiendo defender intereses particulares, el representante queda sometido a un mandato obligatorio. El debate se centra en dos temas: uno se refiere a los poderes del representante y el otro, al contenido de la representación. En el primer tema, el representante puede actuar como delegado o como fiduciario. Como delegado es simplemente un portavoz del representado y en tal caso su mandato es limitado y revocable. Como fiduciario, puede actuar con cierta libertad en nombre de los representados, interpretando a su criterio los intereses de ellos; en este caso no hay un mandato imperativo, obligatorio. En el segundo tema, referido al contenido de la representación, también hay dos repuestas: o bien el representante actúa con relación a los intereses generales de los ciudadanos; o bien representa intereses particulares. En el primer caso, no es necesario el requisito de una determinada profesión (en todo caso sería de "profesión político"); en el segundo, como representa intereses específicos de una determinada actividad, lo habitual es que el representante pertenezca a ella (obreros, comerciantes, industriales, médicos, etcétera). Según se deduce, delegado y representante de intereses particulares por un lado, y fiduciario y representante de intereses generales por otro, van juntos. Fiduciario y representante de los intereses generales, es lo que caracteriza a la democracia representativa.

El pensamiento socialista y más precisamente marxista, es contrario a la democracia representativa, que considera como exponente de la ideología "burguesa". Los principios de la revocación del mandato y el mandato imperativo estaban incorporados en muchas de las constituciones soviéticas. La mayoría de las constituciones de las democracias occidentales establecen lo contrario.

Como los intentos de sustituir el sistema de representación de intereses generales, articulado a través de los partidos políticos, por el sistema de representación de intereses, también llamado de representación orgánica,  fueron llevados adelante por el fascismo, con la cámara de los fascios y las corporaciones, se le da al "corporativismo"  una clara connotación antidemocrática. Y la tiene, cuando va más allá de los confines que le son propios. Las corporaciones son casi necesarias e inevitables en los ámbitos específicos y restringidos de cada actividad donde la defensa de sus propios intereses es válida. Que estudiantes, obreros, empresarios, profesionales, artistas o periodistas sean respectivamente representados por cada uno de ellos en su propia esfera es lógico e inobjetable. Pero a partir de allí, en el territorio político, los ciudadanos deben ser representados por otros ciudadanos, no importa su profesión u oficio, sino su afinidad con visiones globales de problemas de interés general. "Dar a las representaciones profesionales una función deliberante es querer poner los intereses particulares en lugar de los intereses generales, es realizar una obra violatoria y egoísta", dirá Einaudi.

 
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