- ¡Minuto ¡(exclamé yo.) Ya se ha puesto en
salvo; ya está fuera de sus alcances, y en cualquier parte que se halla
ha de estar mejor que en el regimiento de esos bribones de Grawert, padre o
hijo.
- ¿Y esos mil florines que se prometen a cualquiera que
lo entregue, Natalis?
-Esos mil florines no están todavía en el
bolsillo de nadie, Irma; y, probablemente, nadie los cobrará nunca.
- ¿Y cómo podrá escapar mi pobre Juan? Su.
nombre está esparcido por todas las ciudades y todas las aldeas.
¡Cuántos infames habrá que estarán deseando
entregarle! Los mejores no querrán recibirle en su casa ni por una
hora!
-No te acongojes, Irma (respondí). Todavía no
está perdido todo. En tanto que los fusiles no están apuntados
contra el pecho de un hombre....
- ¡Natalis! ¡Natalis!....
- Y además, Irma, los fusiles pueden fallar: esto se ha
visto muchas veces. No te acongojes. M. Juan ha podido huir y refugiarse en el
campo; esta vivo, y no es hombre para dejarse prender. ¡Él se
salvará! No tengas miedo.