Nuestro derrotero nos condujo de nuevo a Tucumán por tren. Allí compramos mulas y nos fuimos a explorar primeramente las montañas al nordeste de Tucumán hasta la Sierra de Candelaria. Cerca de Trancas pasamos la carretera principal que lleva al norte, atravesamos la prolongación septentrional del Aconquija por la Cuesta de Arcas a 3-450 m. de altura y descendimos a los valles Calchaquíes. Una vez en Cafayate seguimos por la pintoresca Quebrada de Guachipas hasta el río Paraje, al cual atravesamos varias veces por peligrosos vados entre enormes e inaccesibles grietas rocosas y lo seguimos hasta Troya, donde tomamos el camino hacía Salta. En las gargantas del río Pasaje nos encontramos con la comisión que bajo la dirección del señor Schneidewind, uno de los más eficientes ingenieros argentinos, estaba realizando estudios para el tendido de una línea ferroviaria. Los estudios ferroviarios interesaron tanto a mi amigo el doctor Knopf, que decidió participar de ellos y en consecuencia al llegar a Salta se separó de mí.
Tan pronto llegué a esta ciudad, me interné en la famosa Quebrada del Tero que junto con la de Humahuaca ofrece la única posibilidad de una vía transitable hacia Bolivia, y sobre cuya accesibilidad se estaba trabajando activamente desde la provincia de Salta para crear una competencia con el antiguo paso de Humahuaca que, como es natural, sólo le interesa a Jujuy. Dado que ambos valles son muy estrechos en la mayoría de sus secciones y los ríos que corren por ellos llevan a menudo enorme caudal y arrastran consigo considerable cantidad de escombros (los llamados volcanes), ofrecen muchas dificultades para la construcción de un ferrocarril. El tránsito por ellos se hace con frecuencia en coches o carretas, aun cuando los caminos a menudo son totalmente destruidos por las masas de agua.
El curso de la Quebrada del Toro era completamente distinto al que señalan los mapas antiguos. Este hecho se hace particularmente evidente en la llamada laguna del Toro (3.350 m), que en los mapas antiguos figura como gran lago interior sobre la meseta de la Puna, cuando en realidad se limita a tres pequeñas lagunas separadas en medio de un angosto valle y bastante más al sur forma la divisoria de aguas (Abra del Palomar) que separa el valle de la meseta.