En los sectores medios en expansión, el imperativo de la
maternidad y los quehaceres domésticos eran un factor limitativo para las
mujeres. En general la familia y el buscar refugio en ella, fue percibida como
el refugio de una vida sin piedad.
En esas épocas sobrevive en nuestro país el modelo patriarcal
de familia extensa, con gran número de hijos y otros agregados, no siempre
parientes. Con el tiempo el tipo de familia tendería hacia un modelo más moderno
que aquel de la sociedad tradicional; en este tipo de familia el número de hijos
es menor.
La inserción de la mujer en el mercado laboral, exigencia de
una economía en expansión que requiere mano de obra, iría en constante aumento;
junto con esta inserción comenzarían a llegar los reclamos de una participación
más activa, dentro de la sociedad y de la vida política, situación que llegaría
con el peronismo y la ley del voto femenino.
Los efectos del positivismo se harían notar en todos los
aspectos de la vida humana. El materialismo, el cosmopolitismo, la falta de
espiritualidad, que habían llegado de la mano de los hombres de la Escuela
Normal de Paraná para difundirse a través de la educación por toda la trama
social, ya eran perfectamente visibles en la sociedad y sus
manifestaciones.
Contra estas realidades comenzarían a reaccionar numerosos
intelectuales como Manuel Gálvez, Ricardo Rojas en nuestro medio; el modernismo
en toda Hispanoamérica, cuyos exponentes máximos serán Ruben Darío y José Rodó,
este último creador de lo que será considerado la "biblia" del antipositivismo,
el "arielismo". En esta línea, con la obra que prologamos, se inscribe Juan A.
García. Sobre Nuestra Incultura. Del pasado y del presente, a través del
odio escrita en 1922 y que se convertiría en la obra póstuma de nuestro
autor, quien moriría al año siguiente.
A lo largo de sus páginas podremos incursionar en las denuncias
que hace de los escritores famosos que suplen con ella -la crítica-- su falta de
talento y que llevan irremediablemente a la desorganización intelectual. La
decadencia de la educación manifestada en la escuela primaria que asciende por
los distintos niveles educativos y llega hasta la propia universidad. Contrasta
esta realidad con la de los procesos históricos que le precedieron, donde las
obras de gobierno estaban precedidas de leyes y decretos claros y precisos.
Incluso deja caer un leve elogio a Juan M. de Rosas, por su estilo sobrio y
cortante, típico de los hombres de negocios de la época, situación poco
frecuente en hombres en los que la tradición sarmientina aún actuaba como corsé
intelectual.