La etapa que comprende las últimas décadas del siglo XIX y los
primeros tramos del siglo XX sería una verdadera contracara de las esferas
íntimas y públicas, delimitadas gracias a las grandes transformaciones operadas
en la economía y que se trasladan a todos los aspectos: urbanísticos ,
económicos, social y cultural.
El aluvión inmigratorio, de diferentes culturas y tradiciones,
la rápida expansión económica, la marcada diferenciación social y los signos de
modernización cultural urbana, que expresaba diferentes formas de comprender el
mundo, pero con un claro predominio de propósitos racionales, constituyeron el
marco de la aparición de nuevas actitudes y conductas.
Nuevas sensibilidades reemplazaban a las antiguas; se modifican
con rapidez los usos y las costumbres, fenómeno más rápido en los centros
urbanos que en el mundo rural o en el interior, que darían forma a nuevos
vínculos y sociabilidad. Entre los nuevos sentimientos podemos indicar el gusto
por la ostentación, la urgencia por el consumo que hizo pronto olvidar la vieja
frugalidad criolla, tendencia al exhibicionismo y nuevas percepciones vinculadas
con el placer y el dolor.
También entre los sectores menos favorecidos se desarrolla la
voluntad de prosperar y ascender, de salir de las viviendas que impedía la
intimidad familiar, de proyectar carreras para los hijos, es decir, pensar el
futuro. Predomina la voluntad de gozar plenamente de la vida, la afirmación de
la voluntad individual, evitando en la medida de lo posible no les produjera
desventuras a un país que, a pesar de las dificultades, aún prometía el
paraíso.
A medida de que nos alejamos de los grandes centros urbanos,
persisten patrones de conductas tradicionales. En algunas regiones del interior,
el tradicionalismo no era sinónimo de represión: antiguas convenciones y formas
de comportamiento revelan mayor libertad y tolerancia con la sexualidad y
constitución de hogares no debidamente santificados. Esta tolerancia era más
evidente a medida que se descendía en la escala social. En lo práctico, la
traducción de lo íntimo encuentra canales y manifestaciones diversas, tratándose
de sexo masculino y más acotados si se trata de mujeres.