«Lo demás que hay libre en
España, va como Dios quiere, o por mejor decir cada uno tira por su lado. Un gobierno que apenas manda aquí, mal puede Vd. esperar que se haga obedecer en provincias retiradas y casi sin comunicación directa. En Valencia han establecido una especie de gobierno que obra por sí; en Cataluña han nombrado su capitán general; y en Galicia, si no es que cuando vaya Alburquerque pone aquello en orden, no se hace nada más que tirotearse unas autoridades a otras con oficios, según nuestra costumbre antigua; y Malú, sin acordarse de franceses, se ha hecho un dictador que prende a los que le son contrarios, y les forma causas, que Dios sabe en lo que pararán. Acuña es uno de los presos».
«En fin, yo no veo probabilidad de
que hagamos nada como no sea por algún golpe de fortuna. Los franceses no
serán dueños pacíficos de la España en muchos años. Si Lord Wellington los vence en Portugal perderán tal vez las Andalucías; habrá repiques y gacetas extraordinarias; pero dentro de algunos meses volverán a traer fuerza, y tendremos otra vez que encerrarnos en Cádiz. Así yendo y viniendo, la España se hará un desierto, que al fin Dios sabe de quién vendrá a ser, cuando con la sangre que se ha derramado y derrama, y los esfuerzos que se han hecho, pudiera ya empezar a disfrutar los beneficios de su revolución».