https://www.elaleph.com Vista previa del libro "Cartas de Juan Sintierra" de José María Blanco White (página 13) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Miércoles 08 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  4  5  6  7  8  9  10  11  12  (13)  14  15  16  17  18  19  20  21 
 

Toda mi paciencia no sería bastante para sufrirlos en silencio, si no supiera el principio de que nace. Para esta gente son más odiosos los ingleses que los franceses mismos. Muchos de ellos, o los más, estuvieron por la entrega de España al romper la revolución. Sí, Señor; entre los empleados más favorecidos del gobierno de España, se hallan gentes que hubieran dado un brazo por que la conmoción de Cádiz se hubiera dirigido contra la escuadra inglesa, en vez de atacar la francesa. Puede ser que entre mis papeles encuentre un día la proclama que causó la muerte de Solano, el gobernador de Cádiz, y verá Vd. la lista de los que con él y con Morla firmaron, y dijeron al pueblo si queréis pelear, a la vista tenéis los verdaderos enemigos de España, indicando a los ingleses. Estos principios viven todavía, y convencidos como están los más de estas gentes de que España difícilmente puede salvarse, lo que quisieran sería ver acabar la guerra cuanto antes con tal de que con la guerra no se acabara la renta. Esto último es lo que los hace en el día anti-franceses; pero de tan mal principio no puede producir nada bueno. Así sale ello.

Yo no quiero esparcir sospecha de francesismo sobre todos y cada uno de los que se oponen a la medida única que puede dar ejércitos verdaderamente tales a España. Ya ve Vd. que la clase primera de que he hablado puede contener y contiene muchos hombres honrados y excelentes; pero es seguramente digno de observarse que los patriotas españoles más acrisolados, aquéllos que han hecho más servicios a la causa, y que han sido superiores a toda sospecha, han sido afectos de corazón a los ingleses, han estado inclinados a la admisión de oficiales extranjeros en los ejércitos españoles. Romana empezó a ponerlo en práctica, y recibió por premio una reprensión; Alburquerque era el mayor amigo de los ingleses, y siempre estuvo ansioso de pelear a su lado, y aun a su mando. ¿Eran éstos patriotas? ¿Hay muchos que pueden jactarse de amor patrio con ellos? Estos hombres no creían que se degradaba España por valerse de sus amigos extranjeros, para lo que no podía hacer por sí; estos generales que tenían más razones que ningunos otros para confiar en sí propios, reconocían que eran insuficientes para establecer la disciplina militar en España. ¿Y se avergonzarán de reconocer esto mismo los que nada, nada han podido, o han sabido hacer por ella?

Amigo mío: el objeto de que hablo es sumamente importante. Se trata de prolongar una guerra que si dura cuatro años más, no deja una brizna de yerba en España, más que la que nazca por falta de quien pise el terreno; y aunque yo no pertenezco a la nación como mi nombre lo indica, tengo mi alma en las carnes, y no puedo mirar sin dolor que se haga ni con turcos, lo que se está haciendo con los españoles. Las Cortes son una manta mojada: soberanas de nombre, y esclavas de cuantas sombras se les ponen delante. Esclavas de la Regencia en muchos puntos, esclavas de los comerciantes de Cádiz, esclavas de los clérigos y frailes, y sólo inflexibles contra los que les aconsejan determinación y energía. Hombres hay en ellas que pudieran darla; y si se escuchara a un Torrero y a un Gallego la cosa iría mejor. Supuesto que no hay quien haga nada, y que el pobre pueblo paga esta indolencia con su sangre y su vergüenza, el pueblo mismo debe contribuir a que se acabe con utilidad y gloria. Escriban todos los hombres bien intencionados; hagan reuniones de ciudadanos que representen fuerte aunque respetuosamente a las Cortes; lluevan unos sobre otros estos testimonios de la desaprobación general; hagan que las Cortes muden esa Regencia que ya debía haber hecho algo por su crédito y en favor de la nación; y no se contenten con palabras, que se han repetido millones de veces sin más efecto que prolongar los males que abruman y aniquilan a una nación valiente.

 
Páginas 1  2  3  4  5  6  7  8  9  10  11  12  (13)  14  15  16  17  18  19  20  21 
 
 
Consiga Cartas de Juan Sintierra de José María Blanco White en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
Cartas de Juan Sintierra de José María Blanco White   Cartas de Juan Sintierra
de José María Blanco White

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com