Los Grandes tienen influjo, los Grandes se
creen injuriados; el clero juzga lo mismo; reclaman la constitución de
España como garante de sus derechos. Las Cortes actuales no se atienen ni a constitución ni a principios generales. ¿La constitución de España, no vale para la Grandeza, ni para el clero? -Es que empezamos de nuevo- ¿Vale para la Inquisición? -Es preciso respetar las leyes- ¿En qué hemos de quedar, Señores de las Cortes? ¿Qué tira y afloja es éste? Las Cortes debieran haber sido el centro de la nación española, y si no se dan prisa a enmendarse, van a separar en fragmentos lo poco que quedaba reunido. Débiles y sumisas con los que no debieran temer, orgullosas y tenaces con los que debieran reconciliar, se humillan a los comerciantes de Cádiz, desatienden las poderosas provincias de América, y se enajenan las voluntades de dos corporaciones de influjo, la Grandeza y el clero.
Yo aborrezco como el que más la
aristocracia, y aunque respeto en mi corazón a un clero como debe ser, si
ha de llenar su sublime objeto, soy enemigo declarado de la tiranía religiosa a que suelen aspirar sus individuos; pero entre amar estos vicios a que propenden el clero y la nobleza, y cerrar con ambos cuerpos como quien ataca a moros, hay una inmensa distancia. Los gobiernos españoles revolucionarios, siendo tan aristócratas y preocupados como las circunstancias les han permitido, han manifestado una emulación contra la Grandeza, que más que de un deseo de desarraigar los vicios de su constitución, ha nacido de envidia y de ansia por ponerse en lugar de ella. La Grandeza española estaba infinitamente degradada; es verdad ¿pero por qué no valerse de los individuos de provecho que había en ella? ¿Por qué no se han acordado los gobiernos del Duque del Infantado, hombre cuyos talentos e influjo pudieran servir a la causa, y sólo se hizo memoria de que él cuando la Junta Central le quitó el empleo que con tanto empeño le dio Fernando VII de Borbón? Por la misma razón que nunca se quiso dar el mando del ejército de Extremadura a Alburquerque, aunque nadie lo merecía tanto. Por una emulación necia que sin libertar a España de sus males antiguos en este punto de Grandeza, la expone a partidos no favorables a su causa.
Pero ¿es posible que gobiernos con
tanto orgullo sufran el abatimiento en que están las Cortes con respecto a los puntos más importantes, vg. las rentas? El principio fundamental de la libertad de los pueblos es que nadie, sino sus representantes, pueda imponer contribuciones. ¿Y las Cortes, las Cortes soberanas se ponen en la necesidad de mendigar de la Junta de Cádiz, de dirigirle peticiones poco menos que en papel para pobres de solemnidad? ¿Por qué?, porque ha sido su soberano placer dejar encender la guerra en América, y privarse así de sus socorros, si no para siempre, por lo menos para cuando más los necesitan, que es ahora. ¿No es esto un delirio? ¿No es caminar a tientas? ¿No es arrojarse en el fuego por no sufrir el humo?