-¿Queréis que os diga una cantiga, la última que ha compuesto mosén Arnaldo, el trovador provenzal?
-¡No! ¡No! - exclamó el
joven incorporándose colérico en su sitial-; no quiero nada. . . , es decir, sí quiero: quiero que me dejéis solo... Cántigas. . . , mujeres. . . , glorias. . . . felicidad. . . , mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?, ¿para qué?, para encontrar un rayo de luna.
Manrique estaba loco: por lo menos, todo el mundo lo creía así. A mí, por el contrario, se me figura que lo había hecho era recuperar el juicio.
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