Entonces me llevó a su consultorio, me dio el cloroformo y me
dijo: "Cuenta uno, dos, tres y sigue". Yo seguí... cuando llegué a cincuenta y
uno, él dijo: "¡Espera! Nunca vi a nadie que pasara de siete, ocho, nueve a lo
sumo".
Yo le dije: "Tu dosis no es suficiente. Tendrás que darme como
mínimo tres veces esa dosis".
El me dijo: "Dios mío... pero en primer lugar, el cloroformo ya
no se usa. ¡Y usarlo tres veces más!"
Pero puedo ver... la manera en que tú repetías, y cuando dije:
"¡Espera! Inmediatamente abriste los ojos".
Entonces me dio una buena dosis. Le dije: "Yo consideraré que
es una buena dosis si me detengo en nueve".
Me dijo: "¿Qué quieres decir? ¿También sabrás que te detienes
en nueve?"
Le dije: "Lo sabré y te diré cuando me detenga. Así que no
trates de engañarme".
Me dio una buena dosis, y me acuerdo que empecé a ir más lento,
más profundo; los números parecerían venir desde muy lejos, y cuando llegó el
nueve, le dije: "Está bien".
Me dijo: "Se supone que no debes hablar bajo el efecto del
cloroformo".
Le dije: "Me lo tendrías que haber dicho antes, soy un paciente
muy obediente. Tu dosis todavía no es la correcta".
Yo podía sentir que mis números comenzaban a patinar -pero esto
no es gran cosa- después de tres, de todos modos yo patino. Bajo el cloroformo
exacto y sin errores llegaba a cincuenta y uno. ¡Sin el cloroformo, no paso de
tres!
Tuvo que darme cinco veces la dosis, pero fue una experiencia.
Cuando ustedes regresan de la anestesia, pueden ver todo el círculo si están
suficientemente alertas. Si no están suficientemente alertas, ustedes pueden
sentir por lo menos esto: cuando la consciencia se detuvo y cuando de vuelta
pueden recordar, recuerden exactamente el momento en que se detuvo. Y a medida
que la consciencia vuelve, pueden ver que han pasado a través de un túnel
oscuro.