-Pues entonces este año comeremos de verdad ganso asado, querido viejo. Siempre estás ideando algo para agradarme. El ganso lo tendremos por aquí suelto para que engorde un poco más antes de comerlo.
-Pero di el ganso por una gallina -siguió diciendo el viejo.
-¿Una gallina? ¡Qué
excelente cambio! Pondrá huevos, y los empollará, y tendremos pollos. ¡Todo un gallinero! ¡Justamente lo que yo deseaba!
-Sí, pero cambié la gallina por una bolsa de manzanas arruinadas.
-¡Vaya! ¡Pues te has ganado un
beso! ¡Mi querido esposo! Ahora voy a decirte algo: apenas me
habías dejado esta mañana cuando empecé a pensar en qué cosa agradable podría servirte esta noche. Se me ocurrió que podía ser panqueques con hierbas olorosas. Tenía huevos, y también tocino, pero me faltaban hierbas. Fui a casa del maestro de escuela, pues sé que allí tienen de esas hierbas. Pero la maestra es una mujer muy tacaña, con todo su exterior bondadoso. Le pedí que me prestara un puñado de hierbas. "¿Prestar?", me respondió. "En mi huerto no crece nada, ni siquiera una manzana arruinada". Pues ahora yo le podré prestar a ella diez manzanas de ésas, más aún: toda una bolsa. Por eso, me alegra mucho tu cambio.