-¿Qué te daré? Te daré mi gallina en cambio.
Y como lo dijo lo hizo: le dio la gallina
al hostelero y se quedó con la bolsa de manzanas, con la cual entró en el salón. Arrimó la bolsa cuidadosamente contra la chimenea y se sentó a la mesa. Pero la chimenea estaba encendida, y él no había reparado en ese detalle.
En el salón había muchos clientes: tratantes de caballos, ganaderos, y dos ingleses, tan ricos éstos que las monedas de oro les abultaban y casi reventaban los bolsillos.
¡Sssss! ¡Sssss!
¿Qué pasaba junto a la chimenea? ¡Las manzanas estaban empezando a asarse!
-¿Qué es eso?
-preguntó alguien.
-Vaya, ¿no lo ven ustedes? -respondió el paisano.
Y narró a los presentes toda la historia del caballo que había cambiado por una vaca, y lo que siguió hasta las manzanas.
-¡Pues tu vieja te va a dar una real paliza cuando llegues a casa! -exclamó uno de los ingleses-. Habrá un buen bochinche cuando eso ocurra.
-¿Qué? ¿Darme
qué? -replicó el paisano-. Lo que ella me dará es un beso, diciendo: "Lo que hace un buen marido siempre está bien".
-¿Apostamos? -propuso el inglés-. ¡Cien libras!
-No -repuso el paisano-. Yo sólo puedo apostar la bolsa de manzanas. Y me parece que estoy colmando la medida.
-¡Aceptado!