-¿Cambiamos? -preguntó al guardián que cobraba el derecho de paso.
-¿Cambiar? -dijo el hombre-. Bueno, no estaría mal del todo.
Y cambiaron. El guardián se quedó con el ganso, y el viejo paisano se llevó la gallina.
Bien; ya había hecho bastantes negocios en su camino a la feria, y se sentía cansado y con mucho calor. Necesitaba algo de comer y un vaso de bebida, y no tardó en verse ante la entrada de la hostería. Estaba a punto de entrar cuando vio salir al hostelero, y ambos se encontraron en la puerta. El hostelero llevaba una bolsa.
-¿Qué llevas en esa bolsa? -inquirió el paisano.
-Manzanas podridas. Una bolsa entera, o sea lo bastante para que coman los cerdos.
¡Vaya, qué desperdicio! Me
gustaría llevárselas a mi mujer. El año pasado nuestro manzano viejo dio una sola fruta, y la guardamos en el aparador hasta que estuvo completamente podrida e inservible. "Siempre es nuestra propiedad", decía mi mujer.
Pues aquí podrá ver bastante propiedad: una bolsa llena. Sí, me gustaría mucho mostrárselas.
-¿Y qué me darás por la bolsa? -preguntó el hostelero.