Como consecuencia, el té y el café tenían una coloración indefinida y turbia y el sabor era bastante desagradable.
En parte, el pasaje se componía de
moradores del valle del río Negro, verdaderos sureños o del tipo
de los provincianos que se mantenían indiferentes, y en parte, de
viajantes de comercio, en su mayoría compañeros de sufrimiento en
el viaje en galera.
Entre ellos había un vasco muy
divertido a quien llamaban "El campeón" en razón de corretear cigarrillos de esa marca; un representante de la firma Zuberbühler equipado con pesados cajones de muestras, un español cuyo nombre aprendimos a medias pues no dejábamos de llamarlo Zuberbühler; un viajante y un sastre de la firma New England, cuya misión era tomar pedidos de prendas de vestir de medida (el sastre era un holandés muy inquieto, políglota y avezado). Asimismo, se encontraban abordo dos comisarios de policía de la brava región de Valcheta, una monja y el belga julio Plumen, copropietario de la Estancia La Carmen- situada cerca de Pringles.
Entre el pasaje de segunda clase, o mejor
dicho, del sollado, me llamó particularmente la atención un napolitano de larga melena y rostro de pícaro que viajaba hacia Conesa, en compañía de su hijo, un muchachito muy despierto de doce años de edad y que más tarde se reveló como libreto ambulante y mercachifle.