Caigo presa del pánico,
presa del vacío y del dolor, mi decadencia aún es más grande, mi agonía
desaparece.
Crees que no puedes
dominarlo, crees que no puedes dominarme, crees que soy invencible, y por eso he
de morir.
Tu vida está en juego y
sólo quieres ganar...
No sabes nada de mí, no
sabes nada de aquello que invade el vacío de mi interior... no sabes quién soy,
qué soy realmente.
Mi apariencia es embustera,
las apariencias no son sinceras, son cazadas por la realidad, por la situación,
y esperan el momento para desenmascararse.
Como un vampiro hambriento,
asecho en las esquinas, saltando sobre mis víctimas, destrozándolas de rabia,
destrozándolas de mi descontrol, y tú te preguntas por qué, por qué ese ser no
es capaz de controlarse.
Tú una vez lo hiciste,
controlaste a esa bestia, sin temor, y la dejaste escapar.
Creía que estaba a salvo en
tus manos, pero fue envenenado, fue traicionado por tu confianza, fue olvidado
por tu envidia.
Sus venas se hincharon, su
corazón explotó, sufrió un inmenso castigo que no se
mereció.
Ese duro camino que es la
vida, ese trabajo fijo que todos tenemos que realizar...
...unas veces se gana,
otras desaparece.
Y cuando crees que los
problemas han acabado, cuando ves libre tu cruda realidad, te extrañas, y te
equivocas, quieres desaparecer, quieres caer en silencio, quieres acabar con lo
que una vez fue tu perdición, y allí vuelve a estar tu pensamiento, lleno de
nostalgia, lleno de dolor.
Un pensamiento que no cesa
de sufrir.
Y espero morir de
sentimiento, espero odiar a mis enemigos, espero no caer tan bajo como para
pegarme un tiro.
Encerrado espero pon temor,
de que el tiempo gane aquella batalla oscurecida por inútiles que creen ser más
que ellos mismos.
Aún no he muerto, y flores
llevan a mi tumba, flores teñidas de negro, rosas teñidas de
amor.
Sus espinas se me clavan y me
contagian sus virus, que día a día noto como actúan en las entrañas de mi
ser.