¿De qué hablamos cuando hablamos de cuentos? (1ra. parte)
por
Ariel Mazzeo
Ante
la lectura de un texto escrito por alguno de los asistentes a un taller literario,
es habitual escuchar frases como estas:
-No
es un cuento. Esto es una anécdota, un relato. ¡Qué sé
yo! Es cualquier cosa menos un cuento.
-Creo
que la historia que se está planteando da más para una novela
que para un cuento.
-¡Maldita
sea! Por lo menos, que el lector no se desmaye del aburrimiento. Acá
no hay tiempo para largas descripciones: ¡intentemos hacer un cuento!
Algunas
veces estas observaciones generan fogosos debates, en los que se exponen elaboradas
Teorías-Acerca-de-la-Naturaleza-del-Cuento. Si todo sale bien,
nadie resulta herido y los participantes se vuelven a casa con una sonrisa de
satisfacción: han pasado un agradable rato entre amigos. Pero convengamos
que con esto solo no se aprende sobre literatura.
Otras
veces, talleristas y coordinador hacen lo que más conviene: se serenan,
respiran hondo y van a la biblioteca a ver qué tienen para decir al respecto
los maestros del género. Algo de esto es lo que vamos a intentar en esta
nota.
La
soportable brevedad del ser
Pero
antes de seguir hagamos una salvedad. No es intención de este humilde
artículo lograr una precisa definición del género "cuento",
ni sintetizar todo lo escrito sobre el asunto. Nada de eso. Sencillamente, se
trata de exponer algunos conceptos interesantes, nacidos de la pluma de verdaderos
maestros. Conceptos que toda persona interesada en escribir cuentos debería
tener siempre a mano.
Ahora
sí, hecha esta pequeña aclaración, ¡allá vamos!
Muy
renombrados críticos han fracasado en el intento de encontrar una única
definición del género "cuento". También hubo
otros, más astutos, que han preferido la vía indirecta de la comparación
o incluso la metáfora para acercarse por la puerta de atrás a
esta definición tan escurridiza. Supongamos que alguien menciona estas
dos palabras: "cuento" y "novela". La primera idea que vincula
estas dos palabritas es la idea de la extensión: cualquiera puede asegurar
que la "novela" es más larga que el "cuento". Bien.
Hemos llegado a una primera característica, un tanto obvia: el cuento
es breve. O al menos más breve que la novela.
Sin
embargo, si alguna vez estuvieron en un acto público y escucharon que
algún funcionario presente va a "dirigir al auditorio unas breves
palabras", entenderán que "breve" puede tener significados
muy diferentes para distintas personas.
Indudablemente
"breve" por sí solo no nos dice mucho. Y preguntarse ¿qué
tan breve es "breve"? es, a todas luces, un camino sin salida. Hay
que ir más allá. Y, para eso, conviene mejor preguntarse ¿por
qué debe ser "breve" un cuento, aun cuando llene treinta páginas?.
Es ahí donde la cosa comienza a tomar otro color.
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