CAPITULO 1
Al fin, se había decidido a esperar. Luego de muchas idas y venidas, esa fue
la elección. Bueno, como si esperar no fuera lo último que queda por elegir,
cuando ya se ha hecho todo. Pero, al menos había jugado su partida. Todas las
cartas fueron presentadas, una a una, después de haberlas pensado al milímetro,
aunque tampoco todo había salido como lo esperaban. Ni como lo esperaban los
otros. Es notable cómo se confabulan las acciones de los hombres para producir
efectos totalmente diferentes de los buscados. Pero desde un principio, aún
cuando sin saber estaba metiéndose en un juego peligroso e inesperado, trató de
entender el motivo de la persecución.
Ya que estamos esperando, recapitulemos, se dijo.
Y aquí comienza, aunque está casi por terminar, la verdadera historia.
Cómo contarla parece una aventura tan intrincada como lo fue vivirla. Me
llegó por jirones, retazos que hubo que acomodar para que el todo tuviera
sentido, como en un rompecabezas al que encima, le faltaran piezas. Pero ése es
mi desafío.
Otra vez, Mariana.
Había aparecido en un sueño inaudito, en el que su imagen se repetía en
infinitos espejos. Como un laberíntico delirio, ella se daba vuelta y encontraba
su rostro fragmentado: aquí su sonrisa enigmática, allí sus ojos azules, más
allá su risa abierta, estruendosa; de pronto volvía el rostro completo, aquí,
más cerca, allá, siempre.
Y, lo peor, fue recordarlo despierta. Y rememorar, otra vez, la milésima,
todo. El encuentro verdadero, profundo, de dos yoes hasta el alma.
El descubrirse en la mirada, sin hablar. Los momentos en la glorieta, entre
un turno y otro. El parque, que servía al misterio y a la emoción. Palabras
dichas, algunas, y otras, no, nunca. El abrupto encuentro con Jorge y el
enamoramiento mutuo. El enojo de las otras amigas, la distancia.