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"Lo
más importante es que cada poema diga
lo que tiene que decir."
Por Pablo
Forcinito
altovuelo@elaleph.com
Aunque
Pedro Mairal sea muy joven, ya puede considerárselo como uno de
los principales novelistas argentinos de la actualidad: es el autor de
la novela Una noche con Sabrina Love (Clarín/Aguilar, 1998), ganadora
del Premio Clarín. Pero lo que no muchos saben es que este narrador
inició su carrera literaria como poeta: su primer libro de poemas, Tigre
como los pájaros (Botella al mar, 1996), obtuvo, en 1994,
una mención en el concurso de poesía organizado por la Fundación Amalia
Lacroze de Fortabat. En este reportaje visitaremos la cocina de Tigre
como los pájaros y compartiremos nuevas creaciones de nuestro invitado:
como anticipo exclusivo, Pedro Mairal nos autorizó a publicar en Altovuelo
siete poemas de su próximo libro, aún sin título.
Pablo Forcinito: A pesar de tu actual éxito como narrador, ¿te
seguís sintiendo poeta?
Pedro
Mairal: Sí. Porque en la narrativa también busco que la palabra sea
densa, cargada de sentido. Por supuesto, sin que esto atente contra la
trama. Es sabido, además, que la respiración hace al ritmo del texto tanto
en poesía como en prosa.
PF: ¿Qué pasa con la trama en la poesía? ¿Se puede hablar de "argumento"?
PM:
Se encuentra implícita. Y es en la duración del poema que uno va intuyendo
esa sucesión de eventos que caracteriza, pongamos por caso, al poema narrativo.
PF: Eso lo noto mucho en Tigre como los pájaros. ¿Cómo definirías
ese libro?
PM:
Creo que es mi encuentro con la palabra, mi asombro ante aquellos
sucesos que nacen en el silencio de la página; mi encuentro con la mujer,
con el erotismo. Y lo siento, por sobre todas las cosas, como mi despertar
al arte. Me descubrí hasta un poco pintor.
PF:
Es cierto, algunos poemas pueden ser contemplados como cuadros. Hay uno,
titulado "Pablo Picasso", en el que hasta la música parece impuesta
por la violencia de las imágenes.
PM:
Sí, esa violencia tiene que ver con la concepción del poema, donde fondo
y forma se manifiestan entrelazados. Las palabras nacen, se revuelcan,
se repiten formando nuevos conceptos y nuevos ritmos. Conceptos y ritmos
que, a su vez, mueren y renacen.
PF:
Igualmente, en el balance del libro se te nota más etéreo, menos visceral.
Más ligado a una idealización "hacia arriba".
PM:
Es cierto, sí. Pero pienso que lo más importante es que cada poema diga
lo que tiene que decir.
PF: ¿Y cómo te llevas con la métrica?
PM:
Uso muchos versos de once y siete sílabas. Lo mejor que puede pasar es
que esto no se note; por eso los combino, los intercalo, los quiebro,
les agrego alguna palabra de más como para que el sonido se vaya "deshaciendo".
El dinamismo de las métricas impares me resulta interesante. En ese sentido,
mis lecturas de Residencia en tierra, de Pablo Neruda, tuvieron mucho
que ver.
PF:
También es particular la manera en que trabajás con la cotidianeidad:
en esas descripciones uno puede intuir tanto a Basho como a Girondo.
PM: Bueno, yo me siento muy ligado a esos autores. Cada uno de ellos,
a su manera, partían de la realidad inmediata. Decía Basho: "Haiku es
lo que está pasando en este momento", y con ese concepto uno puede llegar
a englobar a, por ejemplo, Veinte poemas para ser leídos en el tranvía.
Además, es importante buscar el contraste entre lo universal y lo que
cada uno de nosotros reconoce como propio: resulta una manera más de pintar
la aldea.
Selección
de Tigre como los pájaros. (Botella al mar, 1996).
Pablo
Picasso
bebo
mi sangre y pinto
pero
antes bebo mi sangre
roja
como la sangre de los toros
como
la sangre de las pálidas doncellas
baba
roja el cielo rojo
la
sangre de los toros de mi sangre
las
doncellas de mi sangre
la
roja sangre entre los muslos
de
la doncella violada por el toro
babeada
por el toro
la
baba del recuerdo de la doncella
la
baba roja todo me bebo
la
doncella velando al toro muerto
la
doncella galopando sobre el toro
el
toro bebiendo de la melena
de
la doncella dormida
el
sueño rojo el poema rojo todo me bebo
baja
por la garganta
el
toro con sombra de doncella
la
doncella con sombra de toro
soy
toro
doncella
sombra
de la sangre de la doncella del toro
una
doncella negra un toro pálido
sombra
roja que me bebo
el
toro pariendo una doncella
la
doncella devorándose al toro
una
doncella atorada en la garganta
un
toro adoncellado en la sangre todo me bebo
todo
doncella
y toro y pinto
después
pinto
cesa
la copa la sangre
doncella
con menstruaciones de toro
toro
con cornadas de doncella
las
dos cosas en mí
doncella
y toro
Tu
ropa
Debajo
de tu ropa persisten los veranos,
se
quedan demorándose en tu cuerpo
con
un sueño de siestas,
con
sabores,
con
besos asaltantes, luminosos.
Déjame
ver la vida de tus formas,
juega
a mi lado el diario combate de la ropa.
Yo
amo tu ropa y canto
porque
tu ropa sabe parir tu cuerpo claro.
Las
prendas animadas y fecundas
comienzan
a alumbrarte hacia el abrazo:
polleras
que se mueren en la tierra
después
de regresarte,
blusas
de sol pujantes yaciendo desmayadas,
habiendo
concebido tus pechos y tu talle.
En
parvas de colores sueñan tus movimientos,
velan
tu amor y el mío y se aletargan.
Vestidos
que obedecen a tu gracia
como
el viento a la forma de la tierra
y luego
caen pulsando la atávica alabanza.
Toda
tu huella viva, venidera
como
las estaciones y los días,
todo
el abigarrado diluvio del despojo,
el tiempo en que se abren sin sueño los botones
y surgen
los veranos y los besos.
En el barro
la
huella del sulky
une
el cielo de dos charcos
Boca
del subte
Hay
tanta humanidad en los zapatos,
tantos sueños
pisados,
suben, bajan,
van a la luz,
van al infierno
pálido,
tanto
dolor debajo de las suelas,
tanta
sangre y tristeza en las pisadas
que
a la noche los duros escalones
serán
hombres dormidos.
Silbido
oscuro
Vengo
detrás de mí, muy cerca,
espiándome
este andar
sobre
adoquines azules.
Las
almas de los linyeras muertos de pulmonía
se
juntan en azoteas a recordar el vino.
Y
silbo el armazón de un canto flaco,
el
alma de un perro flaco
que
ondula como un papel
en
las crines negras de la noche.
El
cielo oscuro del asfalto de una esquina,
poblado
de astros como chapitas
que
los mozos del bar desparramaron
desde
sus bolsillos musicales.
Donde escondes, ciudad,
algunas
de mis muertes?,
ciudad
echada, ciudad torpe,
ciudad
de papelitos que atraviesan
el
esqueleto de una feria de domingo.
Me
rodea el alcance de mi silbido
y he
tomado mucha vida, demasiada,
en
unas damajuanas espesas
que
me han dejado, así,
descalzo
entre los versos.
Selección
de poemas inéditos.
La
página es el único lugar del universo
que
Dios me dejó en blanco.
Triste
de mayo
Demediada
ya la bestia más hermosa
queda
esconder el llanto en bodegones,
en
los lugares públicos, sentarse,
tomarse
el propio cráneo de Yorick en las manos,
lejos
del mar, en la ciudad del jueves,
prever
la caridad de los zapatos,
pensar
en herramientas oxidadas,
en
barcos tierra adentro,
en
piezas que han perdido ya su máquina.
Decirse
que hay un eco sin el grito,
que
uno termina en dedos ahora, y en silencios,
que
uno termina en uno.
El
cuerpo ya no sigue en otro cuerpo,
y hay
niebla y en las calles vacías una sombra
parada,
oscura, al fondo.
Mirar
al cercenado, impar, amanecido
con
la noche en la mano del invierno,
respirar
las mitades azules del oxígeno,
las
cuadras interpuestas,
la
navaja que parte en dos los soles.
Sólo
quedan los días
a orillas
de lo roto, pertenencias,
azulejos,
paredes de otras vidas
sobre
la medianera de las demoliciones.
Queda
el verbo del viento en la memoria
como
un sepulturero de guitarras.
Fuimos
a verlo a Ulises
nos
dijeron ulises está vivo
el
navegante ulises el viajero
el
hombre de los muchos caminos está vivo
adónde?
en buenos aires? en el puerto?
en
buenos aires sí vive en floresta
y nos
fuimos a verlo tres jóvenes poetas
un
miércoles tocamos 14°G entramos
nos
abrió una enfermera con ojotas
ustedes
quieren ver a don ulises?
por
acá por favor y en la penumbra
en
un cuarto con la persiana baja
vimos
al propio ulises de ítaca sentado
no
nos miró
está
viejo y amargo
no
saben cómo vino a parar a buenos aires
parece
que no pudo morirse y en los siglos
se
fue quedando quieto
ahora
mueve apenas un dedo
hace
clic en el mouse y humanamente
navega
en internet
le
hicimos dos preguntas y nos fuimos
porque
no dice nada no contesta
busca
fotos de bárbaras desnudas
quién
sabe qué recuerda
cuando
pasan aullando las sirenas
Peluquería
En
la luz del espejo
le
están cortando el pelo al que yo soy.
La
gran tijera que recorta el día
roza
la yugular, roza la nuca
con
el frío metálico de un arma;
y el
que yo soy me mira porque sabe,
porque
tiene al revés el corazón.
La
voz del locutor
anuncia
una jugada peligrosa,
el
peluquero mira a la pantalla
(su
equipo va perdiendo),
me
hace una pregunta,
yo
me miro decir que no me gusta el fútbol,
miro
cómo me crecen las orejas
y en
el humor helado, la tijera
me
susurra su tajo.
Bata
celeste y peatón
De
mi bata celeste está tan lejos
el
hombre atropellado.
Cruzaba
una avenida en medio de su historia
y un
auto lo sacó del sábado en el mundo.
¿Por
qué fue tan difícil para él la otra vereda?
Ahora
una sirena de ambulancia
es
el grito dolido de su madre.
Lo
suben en camilla
como
a un juguete roto, sin memoria,
pero
en su sangre brillan todavía
las
cosas que pudieron ver sus ojos.
Esta
mañana llena de luz y de testigos
podría
ser su sueño
a punto
de apagarse.
Todos
los días
Los
ojos reencontrados
al
fondo de la taza, los bolsillos,
los
platos, las monedas,
la
sombra gris debajo de la ropa,
el
olor a colonia dejado en ascensores,
los
gritos de algún coito que se expanden
como
palomas grises, por terrazas,
por
huecos de aire y luz hasta las oficinas,
la
gente que se baña entre azulejos,
que
despierta en el subte reclusa de repente
con
sólo abrir los ojos,
la
gente vinculada
por
sucios, infinitos cables negros,
hablando
por teléfono de todas sus mascotas,
de
parientes adentro de un quirófano
gente
cavando un pozo en el asfalto,
buscando
cañerías como venas,
gente
llena de sueño, de silencio,
con
miedo a despertar la historia mal dormida,
gente
usando el idioma como un cuchillo oscuro,
un
cuchillo gastado, pelando una manzana,
gente
que huele a barro crecido de provincia,
que
reza con violencia y en la noche
prende
hornallas azules.
Danaüs
plexipus
En
la ropa colgada, en el yuyal,
atrás
de los galpones y la siesta
vuela
una mariposa de sangre.
A pique
las cigarras
desploman
todo el sol dentro de un balde.
Sólo
la mariposa escapa a lo monótono que cae.
En
el calor volteado
sólo
su brillo flota.
Un
latido posado sobre un pasto,
las
alas encendidas en el aire,
en
torno a la humildad de las gallinas,
arriba
en el verano,
abajo
en la extensión de la culebra,
la
brasa de sus solamente alas
circunda
las camisas.
Con
liviandad de soplo
vuela
la mariposa en el cansancio,
vuela
con su color de sangre que aliviana
el
sueño de las sábanas mojadas.
Todo
cae en la siesta.
Salvo
la mariposa.
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