Lao Tse era ordinario en cierta forma. Y en otra forma, era el
hombre más extraordinario. No era extraordinario al estilo de Buda, era
extraordinario de una forma totalmente diferente. Su forma de ser extraordinario
no era tan obvia -era un tesoro oculto. No era milagroso cómo Krishna, no hizo
ningún milagro, pero todo su ser era un milagro -la forma en la que caminaba, su
aspecto, su forma de ser. Todo su ser era un milagro.
No era triste como Jesús; podía reír, podía reír desde el
vientre. Se dice que nació riéndose. Los niños nacen llorando, gimiendo, pero él
se dice que nació riéndose, y yo siento que debe ser verdad. Un hombre como Lao
Tse debe haber nacido riéndose, no es triste como Jesús -puede reír, reír
tremendamente. Pero en lo profundo de su risa hay tristeza, compasión -tristeza
por ti, por toda la existencia. Su risa no es superficial. Zaratustra se ríe,
pero su risa es diferente, no hay tristeza en ella. Lao Tse es triste como Jesús
y no es triste como Jesús; Lao Tse se ríe como Zaratustra y no se ríe como
Zaratustra. Su tristeza conlleva risa y su risa conlleva tristeza. El es el
encuentro de los opuestos. Es una armonía, una sinfonía.
Recuerda esto... No estoy haciendo comentarios acerca de él, no
hay distancia entre él y yo. El os habla a través de mi -un cuerpo diferente, un
nombre diferente, una encarnación diferente, pero el mismo espíritu.
Ahora veamos el Sutra:
El Tao que puede decirse
No es el Tao Absoluto.
Permitidme primero que os cuente la historia de cómo llegaron a
escribirse estos sutras, porque eso os ayudará a comprenderlos.
Lao Tse vivió noventa años -de hecho no hizo otra cosa que
vivir. Vivió totalmente. Sus discípulos le pidieron muchas veces que escribiera,
pero él siempre decía: El Tao que puede decirse no es el Tao real. La verdad que
se puede decir, se convierte inmediatamente en no verdad.