DEL TAO ABSOLUTO
Hablo de Mahavir como parte de mi deber -mi corazón nunca está
con él. Mahavir es demasiado matemático, no tiene la poesía de ser, no es un
místico. Es grande, está iluminado, pero es como un vasto desierto: en él no
puedes encontrar ni tan sólo un oasis. Pero como nací jaina, estoy en deuda.
Hablo de él como parte de mi deber, pero mi corazón no está ahí. Hablo sólo
desde la mente. Cuando hablo de Mahavir hablo como un forastero, porque él no
está dentro de mí y yo no estoy dentro de él.
Lo mismo sucede con Moisés y Mahoma. No he hablado sobre ellos
y no me apetece hablar de ellos. Si yo no hubiera nacido jaina tampoco habría
hablado nunca de Mahavir. Mis discípulos mahometanos y mis discípulos judíos
vienen a mi muchas veces y me dicen: "¿Por qué no hablas de Mahoma o de Moisés?"
Es difícil explicárselo. Muchas veces, mirando sus caras, tomo la decisión de
hablar; repaso una y otra vez las palabras de Moisés y de Mahoma, pero de nuevo
lo pospongo. Ninguna campana suena en mi corazón. No tendría vida -si hablase
sería algo muerto. Ni siquiera siento ningún deber hacia ellos como lo siento
hacia Mahavir.
Todos ellos pertenecen a la misma categoría: son demasiado
calculadores, extremados; se pierden en el extremo opuesto. No son armonías, no
son sinfonías, son notas sueltas. La nota aislada tiene belleza -una belleza
austera- pero monótona. De vez en cuando está bien, pero si continúa, te
aburrirás y querrás que pare. Las personalidades de Mahavir, Moisés y Mahoma son
como notas aisladas: simples, austeras, incluso hermosas de vez en cuando. Pero
si me encuentro con Mahavir, Moisés o Mahoma en el camino les presentaré mis
respetos y escaparé.