Os contaré otra historia. Sucedió una vez que un santo llamó a
las puertas del Cielo, y a la vez, justo a su lado, llamó también un pecador. Y
el santo conocía muy bien al pecador porque vivía en el mismo barrio, en la
misma ciudad. Y habían muerto el mismo día. Se abrieron las puertas, el portero,
San Pedro, ni siquiera miró al santo, pero dió la bienvenida al pecador. El
santo se ofendió. No se esperaba que un pecador fuese bienvenido. Preguntó a San
Pedro: "¿Qué pasa? Me ofendes. Me insultas. ¿Por qué no me recibes bien, cuando
al pecador se le ha recibido con tal bienvenida?" Dijo San Pedro: "Esa es la
razón. Tú lo esperabas. El no. El se siente agradecido por haber venido al
Cielo, mientras que tú sientes que te lo has ganado. El siente la gracia de
Dios, pero tu piensas que es a causa de tus esfuerzos que lo has conseguido.
Para ti es un logro, y todos los logros son del ego. El es humilde. No puede
creer que haya venido al cielo".
Es posible que un pecador pueda llegar y que un santo yerre. Si
el santo está demasiado lleno de su santidad, errará.
Lao Tse dice:
Cuando todos en la tierra reconocen la belleza como belleza,
Surge la fealdad.
Cuando todos en la Tierra reconocen lo bueno como bueno,
Surge el mal.
Por lo tanto:
Ser y no-ser son interdependientes en el crecimiento.