https://www.elaleph.com Vista previa del libro "El filtro" de Stendhal (página 5) | elaleph.com | ebooks | ePub y PDF
elaleph.com
Contacto    Sábado 04 de mayo de 2024
  Home   Biblioteca   Editorial   Libros usados    
¡Suscríbase gratis!
Página de elaleph.com en Facebook  Cuenta de elaleph.com en Twitter  
Secciones
Taller literario
Club de Lectores
Facsímiles
Fin
Editorial
Publicar un libro
Publicar un PDF
Servicios editoriales
Comunidad
Foros
Club de lectura
Encuentros
Afiliados
¿Cómo funciona?
Institucional
Nuestro nombre
Nuestra historia
Consejo asesor
Preguntas comunes
Publicidad
Contáctenos
Sitios Amigos
Caleidoscopio
Cine
Cronoscopio
 
Páginas 1  2  3  4  (5) 
 

Pasado mucho rato, estando yo dormida, entró un hombre en mi casa, y me di cuenta inmediatamente de que el intruso no era Mayral.

»Cogí un puñal, el cobarde se asustó y cayó de rodillas implorando perdón; yo me lancé hacia él para matarle.

»-Si me toca, irá a la guillotina -decía.

»La bajeza de este lenguaje me horrorizó. "Con qué gente me he comprometido", pensé. Tuve la presencia de ánimo de decir a aquel hombre que yo contaba con protecciones en Burdeos y que el señor fiscal general mandaría detenerle si no me decía toda la verdad.

»-Bueno -contestó-, yo no he robado nada de su oro ni de sus brillantes. Mayral acaba de marcharse de Burdeos; va a París con todo el botín. Se ha escapado con la mujer de nuestro director; le dio veinticinco de sus hermosos luises y el director le cedió la mujer. A mí me dio dos luises, que aquí tiene, a menos ,que tenga usted la bondad de dejármelos; Mayral me los dio para que la retuviera el mayor tiempo posible con el fin de llevar él treinta horas de adelanto.

»- ¿Es español? -le pregunté.

»- ¡Español! Es de Santo Domingo, de donde escapó después de robar o asesinar a su amo.

»- ¿A qué vino aquí esta noche? Contéstame -le dije-, o mi tío te mandará a galeras.

»-Como yo vacilaba en venir aquí para guardarla, Mayral me dijo que era usted una mujer muy guapa. «Nada más fácil -me dijo- que ocupar mi sitio a su lado; será gracioso. Ella quiso una vez burlarse de mí; ahora me burlaré yo de ella. Con esta condición, acepté; pero como no me atrevía, vino con la silla de posta hasta la puerca y subió para darle un beso delante de mí, después de esconderme junto a la cama.

También aquí los sollozos ahogaron la voz de Leonor.

-El joven saltimbanqui que estaba conmigo -continuó Leonor- tenía miedo y me daba los detalles más verídicos y desoladores sobre Mayral. Yo estaba muerta de desesperación. «Quizá me ha dado un filtro», pensaba, «pues no puedo odiarle.»

»Y así es, caballero; ni después de tanta infamia puedo odiarle. Sé que le adoro.

Doña Leonor guardó silencio y se quedó pensativa.

«¡Extraña ceguera! -pensó Liéven-. ¡Una mujer tan inteligente y tan joven creer en un sortilegio!»

-En fin -reanudó doña Leonor- , aquel joven, viéndome pensativa, empezó a tener menos miedo. Se fue de repente y, pasada una hora, volvió con un compañero. Tuve que defenderme; fue una lucha tremenda; puede que, al mismo tiempo que pretendían otra cosa, quisieran matarme. Me cogieron mi bolsa y unas alhajillas. Por fin pude llegar a la puerta de la casa; pero, a no ser por usted, probablemente me hubieran perseguido en la calle.

Liéven, cuanto más loca de amor por Mayral veía a Leonor, más la adoraba. Lloró mucho; le besaba la mano. Como él, con palabras veladas, le habló de su amor, Leonor le dijo al cabo de unos días:

-¿Creerá usted, fiel amigo, que me figuro que, si yo pudiera demostrar a Mayral que nunca pretendí burlarme de él, quizá me amaría?

-Tengo muy poco dinero -repuso Liéven-; por aburrimiento, me puse a jugar; pero acaso el banquero al que me recomendó mi padre en Burdeos no me niegue quince o veinte luises si se lo suplico; voy a hacerlo todo, incluso bajezas; con ese dinero podrá usted ira París.

Leonor le abrazó.

-¡Santo Dios, que yo no pueda amarle! Pero ¿es posible que me perdone mis locuras?

-Tan posible, que me casaría con usted loco de alegría y ría a su lado mi vida, considerándome el más afortunado de hombres.

-Pero es que, si encuentro a Mayral, me sé lo bastante loca y miserable para abandonarle a usted, mi bienhechor, y caer a los pies de él.

Liéven enrojeció de ira.

-No hay más que un medio de curarme: matarme -le dijo, cubriéndola de besos.

-Oh, no te mates, amigo mío! -le dijo ella.

No se le ha vuelto a ver. Leonor ha profesado en el convento de las Ursulinas.

 
Páginas 1  2  3  4  (5) 
 
 
Consiga El filtro de Stendhal en esta página.

 
 
 
 
Está viendo un extracto de la siguiente obra:
 
El filtro de  Stendhal   El filtro
de Stendhal

ediciones elaleph.com

Si quiere conseguirla, puede hacerlo en esta página.
 
 
 

 



 
(c) Copyright 1999-2024 - elaleph.com - Contenidos propiedad de elaleph.com