Así es que los hurras y los aplausos no cesaron hasta que, con
un ademán amable, el doctor Fergusson pidió un poco de silencio. A continuación
se acercó al sillón dispuesto expresamente para él y desde allí, en pie,
dirigiendo a los presentes una mirada enérgica, levantó hacia el cielo el índice
de la mano derecha, abrió la boca y pronunció esta sola palabra:
-¡Excelsior!
¡No! ¡Ni una interpelación inesperada de los señores Dright y
Cobden, ni una demanda de fondos,extraordinarlos por parte de lord Palmerston
para fortificar los peñascos de Inglaterra, habían obtenido nunca un éxito tan
completo! El discurso de sir Francis M... había quedado atrás, muy atrás. El
doctor se manifestaba a la vez sublime, grande, sobrio y circunspecto; había
pronunciado la palabra adecuada a la situación: «¡Excelsior!»