-¡Que entre! ¡Que entre! -gritaron todos-. Bueno es que veamos
con nuestros propios ojos a un hombre de tan extraordinaria audacia.
-Acaso tan increíble proposición -dijo un viejo comodoro
apoplético- no tenga más objeto que embaucarnos.
-¿Y si el doctor Fergusson no existiera? -preguntó una voz
maliciosa.
-Tendríamos que inventarlo -respondió un miembro bromista de
aquella grave sociedad.
-Hagan pasar al doctor Fergusson -dijo sencillamente sir
Francis M...
Y el doctor entró entre estrepitosos aplausos, sin conmoverse
lo más mínimo.