Un día Kokburn le propuso, para darle gusto, resolver el
siguiente problema: dado el número de millas recorridas por el doctor alrededor
del mundo, ¿cuántas millas más ha andado su cabeza que sus pies, teniendo en
cuenta la diferencia de los radios? O bien, conociendo el número de millas
recorridas por los pies y por la cabeza del doctor, calcular su estatura con
toda exactitud.
Pero Fergusson continuaba manteniéndose alejado de las
sociedades científicas, pues era feligrés militante, no parlante; le parecía
emplear mejor el tiempo investigando que discutiendo, y prefería un
descubrimiento a cien discursos.
Cuéntase que un inglés se trasladó a Ginebra con intención de
visitar el lago. Le metieron en un carruaje antiguo en el que los asientos
estaban de lado, como en los ómnibus, y a él le tocó por casualidad estar
sentado de espaldas al lago. El carruaje realizó pacíficamente su viaje circular
y nuestro inglés, aunque ni una sola vez volvió la cabeza, regresó a Londres
perdidamente enamorado del lago de Ginebra.
El doctor Fergusson, por su parte, durante sus viajes se había
vuelto más de una vez, y de tal modo que había visto mucho. No hacía más que
obedecer a su naturaleza, y tenemos más de un motivo valedero para creer que era
algo fatalista, aunque de un fatalismo muy ortodoxo, pues contaba consigo mismo
y hasta con la Providencia; se sentía más bien empujado a los viajes que atraído
por ellos y recorría el mundo a la manera de una locomotora, la cual no se
dirige, sino que es dirigida por el camino.
-Yo no sigo mi camino -decía el doctor con frecuencia-; el
camino me sigue a mí.
A nadie asombrará, pues, la indiferencia y sangre fría con que
acogió los aplausos de la Real Sociedad; estaba muy por encima de tales
miserias, exento de orgullo y más aún de vanidad; le parecía muy sencilla la
proposición que había dirigido al presidente, sir Francis M .... y ni siquiera
se percató del inmenso efecto que había producido.
Después de la sesión, el doctor fue conducido al Traveller's
Club, en Pall Mall, donde se celebraba un soberbio banquete. Las dimensiones de
las piezas servidas a la mesa guardaban proporción con la importancia del
personaje, y el esturión que figuraba en tan espléndida comida no medía ni un
centímetro menos que el propio Samuel Fergusson.
Se hicieron numerosos brindis con vinos de Francia en honor de
los célebres viajeros que se habían ilustrado en las tierras de África. Se bebió
a su salud o en su memoria, y por orden alfabético, lo que es muy inglés: por
Abbadie, Adams, Adamson, Anderson, Arnaud, Baikie, Baldwin, Barth, Batuoda,
Beke, Beltrame, Du Berba, Binbanchi, Bolohnesi, Bolwik, Bolzoni, Bonnemain,
Brisson, Browne, Bruce, Brun-Rollet, Burchell, Burtckhardt, Burton, Caillaud,
Caillié, Campbell, Chapman, Clapperton, Clol Rey, Colomien, Courval, Cumming,
Cunny, Debono, Decken, Denham, Desavamchers, Dicksen, Dickson, Dochard,
Duchaillu, Duncan, Durand, Duroulé, Duveyrier, Erchardt, D'Escayrac de Lautore,
Ferret, Fresnel, Gallnier, Galton, Geoffroy, Golberry, Hahn Hahn, Harnier,
Hecquart, Heuglin, Homernann, Houghton, Imbert Kaufmann, Knoblecher, Krapf,
Kummer, Lafaille, Lafargue, Laing, Lambert, Lamiral, Lamprière, John Lander,
Richard Lander, Lefebre, Lejean, Levaillan, Livingstone, Maccarthie, Magglar,
Maizan, Malzac, Moffat, Mollien, Monteiro, Morrison, Mungo-Park, Neimans,
Overweg, Panett, Partarrieau, Pascal, Pearse, Peddie, Peney, Petherick, Poncet,
Puax, Raffene, Rath, Rebmann, Richardson, Riley, Ritchie, Rochet D'Aricourt,
Rongawi, Roscher, Ruppel Saugnier, Speke, Steidner, Tribaud, Thompson, Thornton,
Toole, Tousny, Trotter, Tuckey, Tyrwitt, Vaudey, Veyssiére, Vincent, Vinco,
Vogel, Warhlberg, Warington, Washington, Werne, Wild y, por último, por el
doctor Samuel Fergusson, el cual, con su increíble tentativa, debía enlazar los
trabajos de aquellos viajeros y completar la serie de los descubrimientos
africanos.