No había aún vapores entre Francia y
Córcega, y se supo que había un barco que debía salir en
breve para la isla que miss Lidia se
proponía descubrir. Aquel mismo día el coronel
escribió a París, para dar contraorden sobre el cuarto que
debía ocupar, y trató con el patrón de una goleta corsa que
iba a hacerse a la vela para Ajaccio. Había dos camarotes tal cual.
Embarcáronse provisiones. El patrón juró que un su viejo
marinero era un cocinero estimable y no tenía igual para la
bouillabaisse. Prometió que la señorita se hallaría
con toda conveniencia, que tendría buen viento y mar bella.
Aparte de esto, según las voluntades de su, hija, el coronel
estipuló que el capitán no tomaría ningún otro
pasajero y que se arreglaría para ir costeando de manera que se pudiese
gozar de la vista de las montañas.