-Y yo, señores, acabo de perder a mi hijo. Murió
la semana pasada...
-¡Todos nos hemos de morir!-contesta el chepudo-.
¿Pero quieres ir más aprisa? ¡Esto es insoportable! Prefiero
ir a pie.
-Si quieres que vaya más aprisa dale un sopapo -le
aconseja uno de sus camaradas.
-¿Oyes, viejo estafermo?-grita el chepudo-. Te la vas a
ganar si esto continúa.
Y, hablando así, le da un puñetazo en la
espalda.
-¡Ji, ji, ji! -ríe, sin ganas, Yona-. ¡Dios
les conserve el buen humor, señores!
-Cochero, ¿eres casado? -pregunta uno de los
clientes.
-¿Yo? !Ji, ji, ji! ¡Qué señores
más alegres! No, no tengo a nadie... Sólo me espera la
sepultura... Mi hijo ha muerto; pero a mí la muerte no me quiere. Se ha
equivocado, y en lugar de cargar conmigo ha cargado con mi hijo.
Y vuelve de nuevo la cabeza para contar cómo ha muerto
su hijo; pero en este momento el chepudo, lanzando un suspiro de
satisfacción, exclama:
-¡Por fin, hemos llegado!
Yona recibe los veinte copecs convenidos y los clientes se
apean. Les sigue con los ojos hasta que desaparecen en un portal.