Ya estaba a punto de olvidar Ocioso que tenía un hermano
en el mundo, cuando, de pronto, le entró nostalgia y le recordó.
"Me fastidia -dijo- esta cálida cuadra, estoy harto de aguamiel, el
mijo de primavera no lo puedo tragar; voy a ver cómo vive mi
hermano".
Mira, ¡y advierte que su hermano es inmortal! Le pegan
con todo lo que encuentran, y no se muere; le alimentan con paja, ¡y vive!
Hacia dondequiera que tienda la mirada, por todas partes ve al hermano,
laborando sin cesar; hace un instante estaba ahí y, en un abrir y cerrar
de ojos, ya está allá lejos forcejeando, afianzándose en
las patas. Por consiguiente, posee alguna virtud desconocida que hace que el
palo se rompa solo sin poder romperlo a él.
Y los ociosos comienzan a pasear en torno de Jamelgo.
Uno dice:
-Esto de que nada le abata obedece a que, con el trabajo
constante, ha adquirido mucho sentido común. Ha comprendido perfectamente
que las orejas nunca nacen más arriba de la frente, que es inútil
dar coces contra el aguijón, y vive con mansedumbre, hundido en la
tibieza de los proverbios como la cruz en el seno. ¡Que te vaya bien,
Jamelgo! ¡Anda, sigue tu faena!