Al hacerse la noche se reúne en torno al Monte de los Olivos una nutrida muchedumbre. Se ruega a todos guardar silencio y el sacerdote asciende a un púlpito adornado con guirnaldas de flores y ramas, levantado junto al portal de la capilla. La luz difusa de los faroles de colores ilumina mágicamente el Huerto de los Olivos, los apóstoles están acostados y duermen. -Allí yacen el orador- y duermen, olvidados de su Señor, cuya alma se debate entre mil angustias, y ya se acerca judas, el negro criminal, escoria de la humanidad y aborto del infierno. Velad y orad, cristianos, se acerca la hora de la tentación. Ved, allí viene el monstruo", etc. Chacoloteo de armas ... Llenan los esbirros con lanzas y picas, precedidos por judas, cubierto el rostro por una máscara horripilante, y un farol en la mano. Se acerca. a Cristo y le da el beso de la traición. El predicador alza la voz para advertir el peligro, pero de nada sirve. La infame canalla cae sobre el cordero inocente y le atan las manos a la espalda. Los apóstoles asustados se dispersan, sólo Pedro avanza y desenvaina la espada de madera con gran contento del pueblo y de un golpe separa. de la cabeza de Malco una inmensa oreja de cartón. Los esbirros alzan al Salvador maniatado y hacen un cerco a su alrededor. Los apóstoles los siguen y en pos de ellos todo el pueblo desfila en interminable procesión por parejas y portando cirios encendidos. El cortejo se mueve lentamente por las calles hasta llegar a la iglesia parroquial, donde el prisionero es encerrado en un calabozo, es decir, en una capillita lateral del templo, decorada con rejas de hierro forjado.
Muy entrada la noche la muchedumbre se retira del mercado, después de haber puesto en evidencia en increíble mezcla la devoción y la frivolidad. Pocos días en el año ofrecen semejantes ocasiones para las citas amorosas. La noche y la aglomeración frustran la vigilancia más severa de las madres y engañan las miradas celosas de los maridos. La devoción y la profanación van tomadas de la mano y el juego y la bebida se practican junto a la exposición del Santísimo.
En la mañana del Viernes Santo, la matraca llama a los fieles para la devoción matutina. Cánticos y Via Crucis llenan las horas hasta el mediodía en que Cristo prisionero es llevado en gran procesión a la casa de Pilatos, una capilla que ostenta ese nombre. Una fantástica multitud de jinetes y peatones forma la escolta. Guerreros con cascos y petos relucientes, -precedidos por el centurión cuya cabalgadura, un animal bien adiestrado, luce brillantes arreos, cascos dorados, cintas y lentejuelas. Tampoco faltan figuras de pie que representan a los fariseos y levitas con sus espantosas máscaras de narices largas y amplias túnicas. La imagen de Cristo es llevada al interior de la capilla, pero ante el portal, la prédica del religioso explica la continuación de la historia. hasta la sentencia de Pilatos y el "Ecce homo".