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Después de esta digresión musical regresamos a nuestra aldea, en la que reina gran actividad. Se barren las calles y se mejoran las partes desniveladas, se presencian ejercicios ecuestres y pedestres; el maestro de escuela da rienda suelta a su desesperación por que no logra que un par de rapaces aprendan el diálogo rimado que intenta inculcarles, y el párroco suspira a escondidas contra su vicario: ¡ah, si no hubiera Semana Santa! Las mujeres visiblemente excitadas acuden presurosas a la casa de Doña Filomena, la máxima autoridad en cosas de buen gusto, quien debe dar consejo sobre el traje de los angelitos. Se compone el peinado de la Mater Dolorosa y el Jesús Nazareno es cepillado y barnizado. En resumen, allí no hay nadie que no tenga su parte de preocupación y trabajo, porque precisamente toda la aldea ayuda a representar la historia de la Pasión. Por la noche se escuchan sermones de cuaresma, se rezan rosarios y el Via Crucis, se realizan ejercicios espirituales y también algunas procesiones nocturnas; pero todo sólo como preludio a las celebraciones principales que se inician con el jueves Santo. Muy temprano de mañana comienza el servicio religioso, pues el número de quienes comulgan es muy grande.

Las autoridades del lugar realizan el lavatorio de pies y de ordinario se escoge para tal fin a personas ciegas. A continuación, se celebra la última misa solemne y en señal de que Cristo ha sido tomado prisionero "la llave del tabernáculo" que guarda el sagrario, es colgada por el sacerdote del cuello del alcalde. Hacia el medio día concluye la ceremonia religiosa, las campanas deben callar, el órgano no puede resonar ya. Por la tarde, se transforma el interior de la iglesia, los altares se cubren de colgaduras negras. A ambos lados del altar mayor se erigen los llamados monumentos, altas pirámides de cipreses o ramas de pino estrechamente entrelazadas y adornadas con flores y frutas, en particular naranjas. A esta decoración se añade todo cuanto puede aportar la aldea en objetos de plata, porcelana y cristal: fuentes, jofainas, botellas y candelabros. El conjunto se equipa con muchos centenares de candelas y lámparas y constituye el orgullo de la aldea y el objeto de admiración para los extraños.

Mientras se llevan a cabo estos preparativos en la iglesia principal, en una capilla apartada se adorna el Monte de los Olivos. Se planta una cantidad de árboles y ramas verdes, para representar un jardín, en cuyo centro se encuentra un nicho formado por una ramiza más tupida, adornado con festones y guirnaldas de flores. Si la aldea tiene filiales de población india, estas erigen en derredor nichos más pequeños y los decoran de la manera más variada, de acuerdo con su fantasía. Al ponerse el sol, el pueblo lleva al huerto de los olivos, al nicho grande, en una larga procesión la imagen de tamaño natural del Nazareno, cubierta de una túnica de seda o terciopelo color violeta y largo adorno de rizos. Pero los indios de las filiales, quienes también quieren participar, traen de sus aldeas sus Cristos y los exponen en los nichos pequeños.

Densas nubes de incienso se elevan al cielo. Es una ofrenda grata para los indios, pues sus antepasados acostumbraban hacerla en torno a sus templos piramidales en honor de sus deidades y, mantenían el fuego encendido día y noche. Los apóstoles también están presentes ya sea en estatuas o representados por diletantes disfrazados, escogidos entre los habitantes de la aldea.

 
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Semana Santa en la provincia mexicana de Carl Sartorius   Semana Santa en la provincia mexicana
de Carl Sartorius

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