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Sin ambición, y sin amor, que detestaba, sin creencias religiosas, que aborrecía, no podía encontrar Lucrecio, dentro de aquella sociedad descreída otro aliciente a la vida que el ofrecido por la filosofía del deleite, llamada, así la de Epicuro, y no con verdadera propiedad, porque si se encaminaba a encontrar el reposo, la quietud el alma y del cuerpo por una especie de muerte prematura, por el alejamiento de cuanto pudiera causar malestar en el cuerpo y el alma, no faltó quien la interpretase en el sentido de sistema, que permitía y aun ordenaba la satisfacción de los placeres mundanos.

Este equívoco en la interpretación de la filosofía de Epicuro fue sin duda causa ocasional del descrédito, la adquirió entre los que no la conocían bien. Lucrecio lo sabía, y expuso en su poema con todo el vigor y toda la osadía de un romano. en época en que las perturbaciones sociales y políticas permitían hablar con completa franqueza, la doctrina de Epicuro.

El paganismo no era refugio ni ofrecía consuelo a las almas deseosas de perfección moral, por ser religión a cuyos dioses podía acudirse lo mismo en demanda de vicios que de virtudes, que de unos y otros ofrecía ejemplos el Olimpo. Los que por desengaño ó cansancio de la lucha de las pasiones buscaban mejor vida, acogíanse a los sistemas filosóficos, eligiendo el que más se acomodaba a su temperamento ó educación científica

Se iba de la religión a la filosofía, porque aquella ningún consuelo ofrecía al alma, víctima de propias ó ajenas ambiciones, como ahora se va de la filosofía a la fe cristiana, porque el cristianismo es una religión y una moral, donde encuentran consuelo y consejo las almas perturbadas por la duda, ó heridas por las pasiones.

 
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de Tito Lucrecio Caro

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