Soy una mujer preparada, con estudios y con la suficiente
energía y capacidad como para salir adelante en el plano económico.
Cuando me separé recién había cumplido mis treinta y cinco
años. Sé que físicamente soy atractiva. Sin ser petulante ni pretenciosa, sé que
los hombres me miran y he recibido muchas invitaciones después del divorcio.
Varios han intentado seducirme.
No ignoro que tengo un buen trasero redondito, firme y
atractivo. Me basta con escuchar algunos elogios, las bromas -algunas no tan
bromas- de mis compañeros de trabajo.
En lo sexual me considero una mujer fogosa, apasionada y sin
prejuicios. Es decir, me gusta el sexo y no me importa que se sepa. Mientras
duró el matrimonio, disfruté mucho del sexo, a pesar que las relaciones no eran
de las mejores.