En mi caso particular -dijo Nina-, en la época de lactancia de
mi hijo, me producía verdadero placer sexual cuando succionaba mis pezones y se
alimentaba. Llegué a creer que sentía que me venía, que tenía orgasmos, y
siempre incluso después de amamantarlo, le seguía poniendo mis senos en la boca,
dejando que jugara con sus labios. Frotaba su pequeño cuerpo en mi vientre y en
mis senos y eso me producía un verdadero placer y deseos incontenibles.
Cuando le conté a mi médico lo que me ocurría, nunca me lo
reprochó, por el contrario, me decía que se produce el mejor vínculo
afectivo-sexual entre la madre y el bebé. Y me sorprendí cuando el pediatra de
Jack me dijo más o menos lo mismo. Por lo tanto, pese a la sociedad, mi relación
con mi hijo fue siempre normal en todo aspecto. Por lo menos desde lo
fisiológico y lo psicológico.