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Un instante después, escucharon una voz difusa que a poco se fue aclarando hasta surgir, amplificada por todas partes a la vez.
“¿En qué puedo serviros?”, decía la voz de Prem.
¡Así que eso era la tan famosa teleaudiología! Entusiasmados por la eficaz recepción le participaron su inquietud.
–Necesitamos descender hasta un claro –dijo Gabriel–. ¡Estamos desorientados!
–Encontrarán a un zorro –fue la respuesta–. ¡Síganlo!
Un instante después, cuando miraron en derredor vieron que, como por arte de magia, apareció un zorro azul. El mismo zorro azul que Axel había visto en su sueño.
Azorado por la seguidilla de sucesos extraños, la eficaz conexión con Prem y la inmediata aparición del zorro, Gabriel preguntó:
–¿Habremos llegado ya?
–¿Llegado adónde? –preguntó Axel.
–Al mundo de la magia.
–¡Creo que sí! De acuerdo a las palabras del enano estamos de recorrido por el Bosque Encantado –respondió Axel un tanto inseguro. A eso, el zorro se detuvo, se volteó para mirarlos y volvió a reemprender la marcha, enfilando cuesta abajo.
–¿Crees que éste sea el Bosque Encantado? –volvió a preguntar Gabriel–. Hasta ahora sólo veo arbustos y rocas, no hay árboles y menos aún, un claro. Por cierto, tampoco caímos en una emboscada.
–Es verdad... –confirmó Axel.
Mientras caminaban, siguiendo el camino que les marcaba el zorro, les llamó la atención que el sol apenas se desplazaba. De hecho el tiempo parecía transcurrir con singular lentitud. ¿Era esa la prueba de que había comenzado la aventura en ese mundo tan extraño, el mundo astral que mencionara Prem?
¿Qué les esperaba en el claro? ¿Estaban cerca o faltaba mucho? ¿Para quien era la piedra de cuarzo que servía de contraseña? Por las dudas, para no extraviarla, Gabriel había colocado la piedra en una pequeña alforja que llevaba atada a la cintura.
Poco después comenzaron a penetrar por un bosque bastante denso cuando vieron un resplandor que parecía proyectarse de por detrás de unos árboles. Curiosos se aproximaron y, al acercarse lo suficiente, descubrieron que ante ellos se abría ¡por fin!, un lugar despejado, un claro, de cuyo centro parecían brotar luces de colores tenues que irradiaban en todas direcciones. ¡Una extraña y llamativa luminosidad!
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