Ante
un Estado que no cuaja comunidad,
la sociedad
se
desconfiguró y encontró en el camino de
la fragmentación
el
derrotero de su actividad cotidiana; el consumo en un mercado hiperactivo creo
un nuevo tipo de ciudadano que adquiere derechos a través de
la compra
de
mercancías; los medios electrónicos forjaron su prototipo de ciudadano
metrosexual que liga el consumo con los medios electrónicos; los centros
financieros inventaron el tipo de ciudadano corporativo que vive y trabajaba
para un mundo bursátil y la gran mayoría de los antiguos ciudadanos se fueron
desplazando, lentamente, al mundo de los desciudadanizados, por
la pérdida
de
trabajo, derechos políticos restringidos, negación de servicios públicos y
privatización de las antiguas obligaciones que el Estado tenía con
ellos.
Los
desciudadanizados, sujetos sin derechos, han abrazado las banderas de
la lucha
en
diversos frentes, contra el ALCA para evitar
la tendencia
incremental
de las privatizaciones y los despojos de los bienes públicos; se organizan para
detener las instalaciones de bases militares; toman tierras para recuperar sus
antiguas propiedades y detener los sistemas de monocultivo como
la soja
y
el maíz transgénico; denuncian la apropiación de los mantos acuíferos y represas
de ríos con el objeto de levantar un muro de voces y luchas que detengan este
modelo económico depredador que intenta robar el futuro a la
humanidad.
Tras
de esas diversas formas de luchas se dibujan nuevas formas de pensar y hacer las
cosas que conduzcan a reinventar la emancipación, porque
la ruta de
ayer no está expedita y el Estado no es
la fortaleza para
asaltar ni tampoco se presenta como el enemigo a derribar; el enemigo se
visibiliza al salir a las calles, al bloquear carreteras, aduanas, aeropuertos,
medios de comunicación
privados, casas de bolsas y bancos; sólo con esas acciones el enemigo se asoma y
levanta su voz para azuzar a las fuerzas del Estado para que repriman y
defiendan sus intereses.